Astrología occidental. Nociones de astrología (I). 

26.09.2018

La astrología ha existido en prácticamente todas las culturas, ya que la contemplación del cielo nocturno fue sin duda una de las primeras impresiones religiosas. La percepción del movimiento o no de los astros, de sus cambios estacionales, motivan el pensamiento de que son "conscientes" o al menos se encuentran unidos al desarrollo del tiempo y el espacio. De ahí a personificar su presencia en el cielo, su influencia y su conocimiento del pasado y el futuro había un ligero paso, y motivan a su estudio para tratar de deducir cómo evolucionarán los acontecimientos humanos. Incluso desde un punto de vista académico, la antropología, la astronomía, la historia, el arte, las ciencias de las religiones, la psicología, la sociología y otras muchas disciplinas pueden encontrar un campo de estudio muy interesante y casi vacío de crítica debido a la generalización y el despotismo general hacia esta práctica.

La mayor parte de la astrología se basa en cuestiones astronómicas y no simplemente esotéricas. Un buen astrólogo conoce la posición y características reales de las estrellas y planetas, a las cuales suma la tradición esotérica sobre los elementos que rigen, las características asignadas a cada signo, etc., considerando que las estrellas influyen en la vida de las personas, e incluso animales y cosas, partiendo de la base de que todo en el universo está interrelacionado. Astrología y astronomía estaban unidas en la antigüedad, y esto no se debe a ignorancia, sino a un sistema de creencias complejo en el cual, además, el ser humano tenía una relación mucho más directa y estrecha con la naturaleza, en la que se entiende que todo sufre o crea afectación, en la idea de que las energías universales se mueven y manifiestan. Las ciencias matemáticas y físicas eran necesaria para el establecimiento del tiempo, de los ciclos, del conocimiento del movimiento de los astros, pero no se entendía que esto no pudiese estar regido tal vez por un destino, una divinidad, o que los propios astros tuviesen una especie de "vida propia" y un conocimiento superior. Que las estrellas, en definitiva, influyesen en la vida de los hombres o conocieran todo su desarrollo vital, ya que, dentro de esta idea de ciclos, todo lo acontecido está por repetirse o reconocerse.

No es, por tanto, una práctica totalmente ajena a cualquier otra disciplina científica ni creada sobre una base ficticia, si consideramos que toda creencia tiene su origen en una percepción real de la cual se deduce una interpretación concreta. Por otra parte, la astronomía en sus inicios no se preocupaba de discutir sobre la influencia astral, y la astrología se basaba en los conceptos astronómicos para poder realizar sus cálculos con precisión. En otras palabras, la astrología acierta en la posición de las estrellas y los conceptos matemáticos, y otra cosa es que cada cual decida o no aceptar lo que se dice que eso significa por tradición ancestral. Entre estos conceptos astronómicos es necesario entender la idea de esfera celeste, cuyo centro sería la Tierra, el horizonte astronómico, entendido como el plano de cualquier "círculo" que dentro de esta esfera tenga la Tierra por el centro, y que la rotación celeste es realmente una percepción, ya que es el planeta el que gira sobre su eje.

Movidos por nuestra visión etnocentrista, la astrología, generalmente, se asocia a los doce signos zodiacales provenientes del estudio astrológico-astronómico heredado por la cultura occidental, influenciada por la visión renacentista y medieval de los estudios árabes, que bebían en parte de la cultura romana y helenística, que aplicó un filtro a su vez a la astrología egipcia y caldea. Ello no quita que la astrología occidental, con sus pros y sus contras, se haya posicionado como una de las más conocidas y practicadas, aunque también por ello de las más maltratadas.

-Astrología occidental. Los doce signos del Zodíaco.

En la astrología occidental se estudia y divide la eclíptica anual del sol, en su recorrido aparente por el cielo, atravesando doce constelaciones, en doce fragmentos iguales de 30 grados cada uno, que pueden coincidir, o no, con la constelación completa a la que hace referencia. Estas divisiones dan lugar a los signos del zodíaco, que no tienen a la constelación más que por origen, no existe una identificación pura y perfecta de signo-constelación. De hecho, en la actualidad, debido a la precesión equinoccial, el período establecido para cada signo realmente ocupa solamente un tercio de la constelación inicial asignada, ya que se ha desplazado unos 24 grados. Sin embargo, acaso por tradición, el estudio astrológico no ha adaptado las nuevas constelaciones, por lo que un astrólogo occidental puede tener en cuenta, o no, la influencia de las estrellas que sí se encuentran realmente en la elíptica, pero nunca asignar ni crear un nuevo signo zodiacal. Esto se debe a que los doce signos se vinculan a una cuestión matemática y no realista de la esfera celeste; a un tiempo y espacio del cielo, y no al movimiento total, porque se toma del llamado zodíaco tropical. Algunos astrólogos dividen cada franja zodiacal en tres partes de diez días aproximados, que reciben el nombre de decanatos, y de cada uno de los cuales tiene, por tradición, influencias particulares.

La asignación de un signo zodiacal se basa en la posición del sol en el momento del nacimiento, por lo que los signos occidentales son solares, algo interesante teniendo en cuenta que desde la antigüedad la mayor parte de los calendarios y cálculos se establecían con la luna. Cuando tiene lugar la cúspide, el momento en el que el sol cambia de signo, transcurren una media de entre dos y cinco días, dando lugar a la eterna duda de los signos de los nacidos en esos días, y que los astrólogos pueden calcular correctamente. También en general consideran que en tales casos el nacido puede mostrar características de los dos signos.

En la eclíptica o cerca de ella se encuentran también los planetas, a excepción de Plutón, contado o no según la opinión acerca de su estatus planetario. En la astrología tradicional occidental, aunque toda influencia es tenida en cuenta, los planetas principales han sido aquellos astros tratados como tales en la Antigüedad: Mercurio, en la capacidad intelectual; Venus, en la capacidad amatoria; Marte, en la capacidad defensiva; Júpiter, en la capacidad de liderazgo, y Saturno, en la capacidad moralista, contando también con el Sol, el yo y la Luna, la capacidad emocional. Las asociaciones posteriores de los planetas restantes se encuentran inmersas en profundas disputas, por la semi-imposibilidad de asignarles elementos o divinidades. Tales asociaciones suelen ser a Urano la capacidad creativa, a Neptuno la capacidad espiritual y a Plutón, si se le cuenta, la capacidad de metamorfosis. Los planetas a la vez rigen distintos signos zodiacales con los que comparten "personalidad", pero son cambiantes en el tiempo y muchos astrólogos apenas los tienen en cuenta, prefiriendo analizarlos cuando intervienen en sus respectivas casas zodiacales.

A los signos zodiacales, con el tiempo, se les ha aplicado unas características psicológicas concretas, convirtiéndose prácticamente en arquetipos de personalidad que casi todo el mundo ha escuchado alguna vez: Aries, tozudo pero responsable; Tauro, exigentes pero leales; Géminis, cambiantes y amorosos; Cáncer, familiares y trabajadores; Leo, impulsivo pero atento; Virgo, detallista y entregados; Libra, reflexivos y pragmáticos; Escorpio, pasionales pero vengativos; Sagitario, inteligente pero despistado; Capricornio, ambicioso y metódico; Acuario, afectuosos aunque difíciles; Piscis, sinceros y sufridores. Todo esto son algunas de las numerosas características que se les suele aplicar y que a pesar de que varían según la escuela, suelen coincidir.

Parte de esta personalidad viene no sólo de los mitos o leyendas atribuidos, sino también a los Elementos, que en la cultura occidental, desde Empédocles (S.V a.C.) son cuatro: Tierra, Aire, Fuego y Agua, de los cuales se consideraba que todo estaba formado. A los elementos se les asociaba también un acto o cuestión vital: La Tierra es lo físico, lo estable, por lo que sus signos (Tauro, Virgo y Capricornio) compartirán, desde el punto de vista astrológico, este tipo de energía resistente; el Aire, lo invisible, lo mental, hará de sus signos (Géminis, Libra y Acuario) individuos variables pero sensatos, con ideas fijas; el Fuego simboliza la acción, el cambio radical, y así se definirían sus signos (Aries, Leo y Sagitario), muy dados a la actividad pero sin demasiado análisis; y el Agua, lo emocional, el cambio que puede ser fluido o descontrolado, cuyos signos (Cáncer, Escorpio y Piscis), siguiendo este patrón conductual, se dejarán llevar por las emociones, pero también se adaptarán a los cambios.

Estos elementos, a su vez, ejercerían su fuerza dependiendo de si los signos son fijos, cardinales o mutables. Los signos fijos (Tauro, Leo, Escorpio y Acuario) son aquellos que se encuentran a la mitad de un período estacional, y por ello se les considera personas tranquilas pero cabezotas, poco dispuestas a cambios una vez se encuentran en una situación estable y sensata, pero que gustan de panoramas amplios para el desarrollo de cualquier acción. Los llamados signos cardinales (Aries, Cáncer, Libra y Capricornio) son aquellos que tienen lugar justo en los inicios de un período estacional, y rigen personas con iniciativa, aunque con una capacidad de liderazgo que puede tornarse en tiranía. Por último, los signos mutables (Géminis, Virgo, Sagitario y Piscis), son aquellos que cierran el período estacional. Esta situación, desde un punto de vista astrológico, hace que los nacidos bajos estos signos sean cambiantes pero también se adapten a los cambios, flexibles. Las diferencias entre todos estos serán marcadas por otras muchas cuestiones, incluyendo los elementos ya mencionados.

El ascendente y el descendente, esto es, el signo que se eleva en el horizonte oriental y el que se oculta por occidente en el momento del nacimiento, hablarán respectivamente sobre la relación interna de la persona, personalidad y espiritualidad - Sin embargo, se dice del ascendente que, además de la salud, también define el aspecto físico; y la relación externa de la persona con otras, en las cuales admira cualidades de las que cree que carece, pero que también ayudan a definir parte de las sinastrías, esto es, la compatibilidad con otras personas.

La influencia del ascendente se basará tanto en el signo correspondiente como en los planetas cercanos a la I Casa Zodiacal. Generalmente se calcula mediante la hora de nacimiento, la fecha, que determina el signo zodiacal, y el elemento de dicho signo, calculando cuál sería el signo que en ese instante se encontraba en el punto más alto. El descendente, por su lado, se encontrará en el lado opuesto, en la VII Casa Zodiacal. Empero, no pueden adivinarse ascendentes o descendentes reflejándose, ya que los grados de la eclíptica pueden no coincidir.

Las Casas Celestes o Zodiacales son cada una de las divisiones de la eclíptica, antes mencionadas (y ya vistas en otros artículos). Por tradición, cada Casa tiene asociada un ámbito de actuación relacionado con las características del signo zodiacal que le corresponde. La Casa I, con Aries, hace referencia al consultante, al yo, a la parte interna y espiritual de la persona, aunque también a su carácter y su apariencia física. La Casa II, con Tauro, habla de las posesiones materiales, de las ganancias y retenciones. La Casa III, con Géminis, habla del entorno del individuo, de viajes e intercambios, también a nivel interrelacional. La Casa IV, con Cáncer, habla también de patrimonio, pero más entendido como hogar familiar. La Casa V, con Leo, habla de la infancia y la diversión, así como de la creatividad y la energía. La Casa VI, con Virgo, se identifica con el trabajo y las responsabilidades, pero también con cuestiones de orden y salud. La Casa VII, de Libra, habla de matrimonio y relaciones estrechas, tanto de amistad como de enemistad. La Casa VIII, de Escorpio, habla de la muerte, del final de las cosas, pero por tanto también del reinicio y la regeneración, así como de la pasión sexual. La Casa IX, de Sagitario, se relaciona con las relaciones estrechas, pero a nivel intelectual, espiritual, religioso, el saber "superior". La Casa X, de Capricornio, habla de la familia y las relaciones en general, de trabajo, estudios, reputación y asimismo la independencia del individuo de su propio entorno. La Casa XI, de Acuario, se relaciona con la realización de proyectos, las cuestiones psicológicas equilibradas. La Casa XII, con Piscis, es la de las bendiciones y las maldiciones, de cuestiones abstractas y místicas, pero también de cosas ocultas en general.

Las sinastrías entre signos se basarán en la relación ligada o contraria de los elementos de los signos zodiacales, en el ascendente y el descendente, por las Casas I y VII, que se identifican con el Yo y el fin, en este caso, fin destinado. Por otra parte, también los planetas que caen en estas Casas, y en las intermedias, cuyos ámbitos se describieron arriba. Los planetas que se encuentren en esas Casas influirán de la siguiente manera, guiada, hasta cierto punto, por la tradición en parte mitológica y folclórica. El Sol, como figura paterna y protectora, y la Luna, como figura materna y flexible. Mercurio será más mental, intelectual; Venus habla de la dependencia amorosa, de la necesidad. Marte es agresivo e impulsivo. Júpiter es la seguridad en uno mismo, la firmeza, el carácter; Saturno es la estabilidad, el tiempo, la tranquilidad; Urano es la libertad, la amplitud de miras. Neptuno influye en la idealización de la pareja, mientras que Plutón es todo lo contrario, hasta llegar a un punto un poco controlador.

La distancia entre los planetas recibe el nombre de Aspecto, así como los ángulos que crean si trazamos líneas entre ellos. Habrá ángulos abiertos y armónicos y otros agudos e inestables, que definirán la situación tanto en el momento del nacimiento, por lo que indicarían el desarrollo vital, como en una consulta puntual sobre fechas concretas, aunque suele ser más común en la Carta Natal. Existen varios aspectos: la Conjunción planetaria es cuando varios planetas se encuentran en el mismo signo zodiacal, se convierten en dominantes de la situación, de las acciones y de la personalidad. La oposición, cuando hay más de 180 grados, es negativa, una proyección de nuestra personalidad de la que podemos aprender. Si se divide el círculo en tres partes de 120 grados, entonces hablamos de trígono, un aspecto agraciado d buena suerte, equilibrio y comodidad. Si se divide el círculo celeste en cuatro partes iguales, con ángulos de 90 grados, entonces hablamos de cuadratura y hablan de conflictos y situaciones difíciles. El sextil, 60 grados, el quintil, 72 grados, el biquintil, 144 grados, el semisextil, 30 grados, la semicuadratura, 45 grados, y el quincuncio, 150 grados, etc. son aspectos menores que hablan de pequeños logros.

Por otro lado, existe la llamada tipología planetaria, que identifica personas solares, lunares, mercurianas, venusianas, marcianas, jupiterianas y saturnianas. A posteriori se incluyeron también las uranianas, neptunianas y plutonianas. Reúnen una asociación de personalidad-planeta que no siempre se equilibra con los signos supuestamente predominantes, por lo que a menudo son más un estudio morfopsicológico. Empero, a pesar de resultar bastante reciente y no estar tan vinculado al tema que tratamos, sigue teniendo muchas características extraídas de los patrones de personalidad mitológicos y astrológicos.

Éstos últimos son los responsables de que asimismo existan las correspondencias zodiacales con una parte del cuerpo y/o salud concretos, colores, metales, animales y plantas, junto a otros factores variados, cuyo origen se pierde en la tradición... aunque tras haber revisado los conceptos elementales, planetarios, etc., podremos identificar fácilmente muchas de estas relaciones.

Y no sólo en estas correspondencias, sino en una gran mayoría de las ciencias esotéricas, de las cuales la astrología es la madre, concretamente de las mancias, por lo que su influencia puede rastrearse con suma facilidad y casi insistencia. Sin embargo, para este artículo introductorio, se ha preferido no ahondar demasiado en las mismas ni en la propia astrología, ya que su complejidad sin estos conocimientos previos puede conducir, como a menudo ocurre, a la idea de la invención aleatoria.

Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:
Cornelius, G. Manual de los cielos y sus mitos, BLUME, 2005
Tester, J. Historia de la astrología occidental, S. XXI, México, 1990
Tondriau, J. Diccionario de las ciencias ocultas, EDAF, 1985


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