Oráculos Caldeos

15.01.2018

Los caldeos formaban parte de una tribu semítica que tuvo sus principios u orígenes en lo árabe y estuvieron ubicados en Mesopotamia. Más precisamente su asentamiento principal era en la parte meridional durante el período anterior a la era común, previo al primer milenio. Si bien no se ha determinado con exactitud, los estudios lingüísticos han decretado que estuvieron estrechamente enraizados con los arameos. Su ubicación espacial en el territorio se encontraba más hacia el sur que estos arameos, ya que ellos se situaban en la región que abarcaba Siria y Mesopotamia.

La historia caldea sólo comienza cuando todas esas tribus y ciudades se unieron formando el estado de Caldea y Babilonia, con el nombre del primer imperio caldeo-babilónico, cuyos monarcas vivían de manera alterna en cada una de las cuatro ciudades estado, por lo que la historia de Caldea es la historia de Babilonia. Luego de resistir valientemente, Babilonia restablece su independencia en plena dinastía Caldea. Fue así que cuando Babilonia es conquistada por los persas, los caldeos ya no se encuentran como una tribu independiente o una dinastía, sino que pasan a formar parte de la sociedad de Babilonia.

Un oráculo, por norma, representa la respuesta que una divinidad afincada en un lugar geográfico determinado (Delfos, Dodona, Olimpia, Dídima, Claro, Oropo, Heliópolis e Hierápolis en Siria, el templo de Amón en el oasis libio de Sirah visitado por Alejandro Magno, etc.) responde a la cuestión de un devoto, el cual formula las dudas que tiene al dios o divinidades con el objetivo de obtener una respuesta y de acondicionar su conducta futura a su consejo. El mitraísmo o los misterios de Mitra debían de ser la avanzada en el Oriente de estas ideas de raíz irania, y el cristianismo, previa absorción del judaísmo apocalíptico, las recogería de buen grado.

Los caldeos eran en su momento un movimiento mistérico que estaba dirigido en época romana por los dos Julianos subsistirá en Occidente y que ya encontrábamos en el primer tercio del siglo II de nuestra era. Los caldeos constituían una agrupación iniciática dirigida por sus hierofantes, (gr. sacerdotes) que iniciaban en los misterios, como practicantes de ritos y conservadores de doctrinas, indicadas por símbolos orales y físicos, de naturaleza tradicional, es decir, de origen divino y regularmente traspasados, para poder poseer un carácter eficaz o teúrgico. Este tipo de asociación mistérica está emparentada en su aspecto litúrgico y en los puntos fundamentales de sus creencias con los magos (magoi) anatólicos de origen medo-persa, una vez configurada cosmográficamente su doctrina por la ciencia astral del clero babilonio. Los magoi servían a las divinidades y enseñaban preceptos tocantes al régimen de vida; eran teurgos, fieles ante todo a observar, y seguros de la eficacia de sus plegarias; y juntamente teólogos, estudiosos de la naturaleza de los dioses y de la cosmología. Ambas disciplinas, astrología o magia, y astronomía, acreditan en la antigüedad notoriamente la existencia del hado, que existe hasta para los incrédulos. Para los griegos, los magos tienen trato con los daimones (démones o espíritus) y los claman para lo que ellos quieren y desean. Y mantienen sus efectos mientras no aparece o se prorrumpe algo más divino y fuerte que los démones y el hechizo que los invoca.

En la literatura clásica de época griega y romana hace referencia a las sibilas, muchachas que en estado de inspiración emitían profecías extraordinarias, las más conocidas eran las de Eritrea y de Cumas, por lo que este tipo de oráculos no resultaban extraños, y unos cuantos escritores romanos han destacado la destreza de los caldeos como astrólogos y matemáticos de Babilonia. Esto señala que su labor y cometido en la sociedad babilónica era destacado e importante. Una colección de estos Oráculos sibilinos, compuestos en hexámetros griegos, se guardó en Roma, destruida en el año 405 a.C. y nuevamente restituido el corpus por Octavio César Augusto, el cual se acogió a la ancestral costumbre de consultarlos en épocas de crisis oficialmente. Pero si Plutarco de Queronea consiguió escribir una obra sobre La desaparición de los Oráculos, en la que muestra los motivos de la cesación de muchos de ellos en Grecia, Porfirio, fenicio de nacimiento y crianza, expandirá los que proliferaban en el Próximo Oriente.

La palabra caldeo, para entonces, se refiere a los habitantes de la baja Mesopotamia y posteriormente a los miembros del sacerdocio babilonio. De esta manera en el transcurso del período de los Aqueménidas, en la Historia de Alejandro Magno de Quinto Curcio, en las procesiones oficiales de Babilonia, los magos (los sacerdotes persas) venían primero, y luego de ellos los caldeos (los sacerdotes locales).

«Seguíanle después los Magos, entonando himnos (...) y a estos los

Caldeos, y con ellos los Adivinos, y los Músicos de Babilonia, tocando todos

diversos intrumentos. Acostumbran estos a cantar las alabanzas del Rey, así como

los Caldeos a observar el movimiento de los Astros, y las regulares mudanzas del

tiempo»  Libro V. Historia de Alejandro Magno (S. I)

Con este puntal por origen se utilizó igualmente el vocablo como un título honorífico para los griegos que se habían formado en Babilonia y que se proclamaban discípulos de los babilonios, quienes en los templos-observatorios efectuaban estudios astronómicos que admiraron los griegos y terciaron en ellos. Fue sinónimo de parlanchines que intentaban vaticinar el futuro por las estrellas.

La fuente que ha recogido esta negativa interpretación es Sexto Empírico, pero el significado, producto de un gran arraigo de caldeos como magos y astrólogos, es guardada incluso por la base de datos Thesaurus Linguae Latinae, y es la tenida en cuenta por el estudioso H.D. Saffrey (1999) . Hipólito de Roma en Elenchos IV, 1-27 y 28, relativamente, los distingue en la exposición, sin embargo, los acerca por su meta, ya que entretanto que la astrología judicial pronostica los hechos futuros, la natural adivina los fenómenos naturales y así es afín con los ritos y operaciones mágicas.

Literatura sobre los caldeos.

Pero no conservamos textos a la manera de respuestas o predicciones, ya que su esoterismo e intereses iban mucho más allá. Se trata de una revelación de conocimiento.

Juliano el Teurgo expone los Oráculos que su padre, Juliano el Caldeo, recogió, los aumenta y anota por escrito. El movimiento organizado de los caldeos, que bajo la doble paternidad o prerrogativa de ambos Julianos se mantendrá en Poniente, ya estaba en el primer tercio del siglo II d.C. Los caldeos se organizaban tanto en una comunidad iniciática comandada por sus hierofantes, - en este proceso concreto Juliano el Caldeo- , como más solitarios practicantes de ritos y continuista de creencias, marcada por signos orales (fórmulas versificadas) y físicos, de naturaleza ancestral, es decir, de procedencia divina y traspasada, para poder adquirir un temple eficaz o teúrgico. Este arquetipo de asociación mistérica está hermanado en su aspecto ritual y en los puntos fundamentales de sus ideales (adoración del fuego y exploración de sus distintas formas o manifestaciones de su poder; admisión de una divinidad de la fertilidad virgen: Anâhitâ, que se ciñe la cintura para descubrir los atributos de su feminidad superior; Ártemis, con sus sabuesos cazadores, o Hécate, que mantiene en la sombra todos estos dones y descubre nuevos; aceptación de la transmisión de su enseñanza y ritos dentro de una comunidad cerrada; importancia fundamental dada a la convicción en la subida del espíritu al cielo) con los magos (magoi) anatólicos de procedencia medo-persa, una vez configurada cosmográficamente su erudición científica por lo astral del clero babilonio. Juliano el Caldeo no es una personalidad aislada ni el iniciador de los Oráculos, sino el pasto espiritual de una comunidad mistérica que muestra su doctrina y cumple sus ritos. No son, por tanto, adivinaciones, sino explicaciones universales y doctrinales cargadas del misticismo que justifican las prácticas astrológicas y rituales.

Composición del cosmos caldaico.

Antes de dar paso a los textos oraculares, es necesario hacer una breve exposición de la percepción caldea del mundo, del universo:

Dividen el universo, cuerpo del alma universal, en siete esferas, abrazadas por la esfera de las fijas, atento al orden cosmológico que se introdujo por medio de la teología caldea. Las esferas fijas son los diferentes mundos que dividen la realidad y que según los caldeos provienen del Padre.

Los mundos se encuentran formados por distintos elementos: uno de fuego que se corresponde con la esfera solar, tres tienen éter con representaciones de tres esferas de planetas, las cuales son Saturno, Júpiter y Marte, y tres materiales que se corresponden con los planetas Venus y Mercurio y el satélite de nuestro planeta, la Luna. En el centro se encuentra la Tierra y de este modo se sitúa en el centro de todas las esferas, omphalós (ombligo) del sistema, y el Sol es el centro orgánico o vital.

También es muy importante la diosa Hécate, que representa el Alma del Universo, figura eje del sistema teológico y ritual caldaico, que es intermediaria entre lo soberanamente trascendente y el cosmos, por lo que ocupa la región hipercósmica, que se encuentra inmediatamente sobre el mundo. Hécate, como madre virginal, es fecunda, es fuente de vitalidad, pero no tiene órganos generativos con los que pueda obtener descendencia.

Debe quedar claro, tras esta exposición, que los oráculos caldeos no son -repetimos- visiones del futuro, ni siquiera del pasado, son exposiciones de saberes superiores acerca del universo, que es el que permite la comprensión de todo a través de sus señales y estudio.

Fragmentos de los oráculos.

«Hay una realidad inteligible que debes comprender por la flor del intelecto, pues si inclinas hacia ella tu intelecto y tratas de concebirla como un objeto determinado, no la comprenderás, ya que es como la potencia de una espada resplandeciente que ilumina con cortes intelectivos. Tender hacia lo Inteligible un intelecto vacío». Fragmento 1.

Aquí el oráculo va dirigido a los iniciados o iniciado anunciando que, purificando el cuerpo etéreo y prestando atención al alma e intelecto alrededor de su constitución tríadica (que se explica en el fragmento siguiente) es posible la manifestación de lo divino, por debajo de la característica de un retorno luminoso, gracias a la potencia tríadica por completo, que la mantiene invisible en los símbolos sagrados.

«Pues el Intelecto paterno expresa que todas las cosas serían divididas en tres, gobernándolas todas por el Intelecto del siempre [primerísimo Padre], aunque no había indicado su voluntad con un signo de cabeza, y ya se situaban divididas todas las cosas». Fragmento 22.

Todo vástago es triple por su composición funcional, como lo es el Intelecto que los gobierna. Pensar, querer y existir coinciden en el acto divino y así se difunde en productos. Se trata de la tríada ideal, constitutiva de cada arquetipo y que sigue en relación con el modelo se manifiesta como medida en cada ser particular.

«Pues la Potencia está con Él, pero Intelecto procede de él». Fragmento 4.

Aquí se afirma sin equívocos cual es el carácter trascendente del Padre o Dios supremo, diferenciándose de su Potencia intelectiva. Las afirmaciones caldaicas son muy numerosas. Las distinciones, además, aparecen con anterioridad entre los gnósticos.

«Pues, como una membrana intelectiva ceñida por debajo, (Hécate) divide a un fuego primero y a fuego segundo que ansían combinarse». Fragmento 6.

El alma del universo (= Hécate) ajustando cognoscitivamente el mundo hiper-cósmico, impide que se confundan el «más allá unitariamente» y el «más allá dualmente», para que puedan cumplir su actividad de guías cósmicos respecto del universo. La mónada paterna es otra designación para la potencia divina, ya que la mónada del Padre es el acto de concepción del Bien. El oráculo anunciaría, pues, al Padre como idéntico con el Bien y a su auto concepción como mónada.

«El Intelecto paterno llevado por guías indestructibles que resplandecen de modo indomable por surcos de fuego inflexible». Fragmento 36.

Aquí el Oráculo explica el movimiento firme sin desvíos de las estrellas que mantienen el orden señalado por el Intelecto. Por tanto, la astrología quedaba justificada como parte de una revelación de la divinidad, que todo lo tiene perfectamente medido, destinado, y por tanto, es averiguable con un buen trabajo de estudio e investigación.

El fragmento 37 es el más largo de los textos caldaicos conservados porque aporta la doctrina de los Oráculos sobre las ideas, su origen y su manifestación.

«El Intelecto, que es el pensamiento contenedor de las ideas como lo inteligible intrínseco, ilumina con energías al descubrirse y entenderse, hecho que le ha sido posible por el conocimiento, y decisión del Padre que reposaba en su seno, origen de toda generación múltiple. Todo brota (ekthrṓskein) del Padre, fuente única, y sus dos emanaciones inmediatas son: a) los misterios triádicos de la autoconcepción en la que está presente su Voluntad como Padre; b) la autogeneración intelectual.

Las ideas en el Intelecto son inteligibles e intelectivas, son el objeto y el sujeto que está comprendiéndolo, y de este modo operan como modelos para el mundo» Fragmento 37

«Por el lado del amor admirable, que brotó el primero del Intelecto habiéndose vestido con fuego que está ligado con el fuego (del Intelecto), para mezclar las cráteras-fuente poniendo en ellas la flor de su fuego». Fragmento 42.

En este texto, que no lo tenemos completo y que tampoco sabemos cómo comenzaba, muestra que la ligadura del Amor, que distingue y une a las ideas, se encuentra también en primer lugar del Intelecto para ejercer idéntica función uniendo el fuego inteligible con el inferior. De esta manera da lugar a la flor de fuego que se maneja en las potencias del universo. Para los caldeos el fuego, o Fuego Santo como ellos lo conciben, el amor, es la energía más poderosa que tiene el Padre. También lo conciben dualmente dividido como fuego inteligible e inmaterial o sensible y material.

Después de conocer tanto de los Oráculos caldeos y de los ritos iniciáticos de estos magoi medo-persas, todo esto trae consigo conocer acerca de los oráculos en la antigüedad teniendo en mente que revelaban cosas del futuro, cuando en realidad se trata de algo mucho más trabajoso y espiritual, como una forma de comprender el mundo, al menos en los círculos que bebían del arte babilonio, que se tomaba por superior, ancestral y maestro, y la importancia que un resultado podía tener, no revelando un destino personal, sino universal e inmutable. Siempre al ser humano desde tiempos muy antiguos le ha interesado saber lo que le puede pasar, pero tenemos una idea un poco más completa de lo que es una revelación gracias a lo que aquí hemos estudiado. Por ello resultaría muy difícil revelar el horóscopo de los diferentes signos zodiacales, o conocer hechos futuros a través de las cartas del Tarot, lo cual parece que, si alguna vez se acerca un poco a lo que nos sucede o no, afirmamos que seguramente sean casualidades dadas en la vida de las personas, olvidando que todo depende también la disposición de la propia persona a los acontecimientos y su interpretación de los mismos dentro de su cosmovisión personal.

Ignacio Povedano Selfa - ignacio.povedano305@gmail.com

Bibliografía:
-García Bazán, F. Oráculos Caldeos con una selección de testimonios de Proclo, Pselo y M. Itálico, Editorial Gredos, Madrid 1991.
-Mata, Arturo, Ángeles y demonios en la magia caldea, Madrid, 1999.
-Stow, Robert. G. Los Oráculos Caldeos, Madrid 2005.


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