Brujería Prehispánica en México

28.06.2023

Con todos los temas relacionados con las culturas prehispánicas en América debe tenerse cuidado, ya que lo conservado ha pasado por las manos y la visión de los europeos , y sobre todo, por el filtro de la religión cristiana. Por ello, al hablar de brujería debemos tener en cuenta que muchos actos que fueran religiosos o mágicos pudieron incluirse en esta categoría, a pesar de que no tuvieran ninguna mala intención, cosa clave de lo que se entendía por brujería.

Por eso para la introducción de este artículo hay que definir primero en qué consistía la magia para los pueblos prehispánicos mejicanos. En su religión y su cultura, la relación con los dioses no era de puro sometimiento, sino de trabajo, de intercambio: los sacrificios provocaban que los dioses devolvieran algo a cambio, algo favorable para los humanos. Igualmente en la magia, quienes la poseían era porque tenían una conexión divina, y tanto en la magia que denominaríamos buena como la mala, se realizaba un intercambio a través de ofrendas rituales. No en vano, en varios países latinoamericanos se llama "trabajos" a los distintos amarres y hechizos.

La magia es, mitológicamente hablando, una capacidad divina. Los dioses creadores, los dos Tezcatlipoca (Tlatlauhqui Tezcatlipoca (Tezcatlipoca Rojo), Yayauhqui Tezcatlipoca (Tezcatlipoca Negro)), Quetzalcóatl y Huitzilopochtli, crean los elementos, la tierra, el agua y el cielo, también el fuego, y a otros dioses. Estos dioses menores serán los intermediarios entre ellos y los seres humanos, y el medio por el cual los humanos podrán alcanzar un poquito de ese poder creador. Los primeros humanos, Oxomoco y Cipactónal, fueron bendecidos con diversas artes y conocimientos, y entre ellos:

<<Luego hicieron a un hombre y a una mujer: al hombre le dijeron Uxumuco y a ella, Cipactónal. Y mandáronles que labrasen la tierra, y a ella que hilase y tejiese. Y que de ellos nacerían los macehuales, y que no holgasen, sino que siempre trabajasen. Y a ella le dieron los dioses ciertos granos de maíz, para que con ellos curase y usase de adevinanzas y hechicerías y, ansí lo usan hoy en día facer las mujeres.>> (Ángel María Garibay, Historia de los mexicanos por sus pinturas, p. 25)

De modo que la adivinación por el maíz constituye un sistema adivinatorio autóctono y de larga tradición mexica. En náhuatl recibe el nombre de tlachixcahuilli.

No todo el mundo podía dedicarse a la magia, y por supuesto, había magia benéfica y maléfica. Existían diversas señales divinas que marcaban el destino mágico de una persona y del camino que debía tomar. A menudo en el nacimiento o la infancia tenían lugar señales inusuales que los más sabios y sacerdotes interpretaban como indicios de un don divino. El dios Tláloc, por ejemplo, en el día de la presentación del bebé frente al agua, sus dominios, podía manifestarse de distintas formas si quería que esa persona se dedicara a su servicio o a sus artes mágicas, la sanación y la clarividencia. Sí se tenía un defecto físico importante, Xolotl, señor de monstruos y brujos, sería su patrón. Incluso de adultos, aquellos a los que les caía un rayo y no morían, dejaban sus cargos para dedicarse a la adivinación y la medicina, siguiendo el mandato celestial.

Pero, centrándonos para este artículo en la brujería, podremos darnos cuenta de que también en el mundo prehispánico se asociaba a personas de mal vivir, con intenciones malévolas hacia sus condescendientes.

Brujos Tlatlacatecolo y sus variantes

Otra de las maneras de identificar un poder sobrenatural dependía del día de nacimiento, si se nacía en un día fasto o nefasto. Ce quiahuitl era una fecha nefasta, donde nacían los brujos tlatlacatecolo, que significa: hombres-búho, ya que realizaban sus rituales por la noche y se oían sus voceríos. Parece ser que es un juego de palabras, ya que Coloa significaba también "dañar", y los búhos eran considerados emisarios del Mitclán, el Reino de los Muertos. Además, se creía que podían transformarse en varios animales, entre ellos el búho y la lechuza, además de otros, considerados de mal agüero o aspecto, como gallinas, coyotes o lobos.

Según nos transmitió Fray Bernardino de Sahagún:

<< Decían que era de mala ventura porque en esta casa (tiempo del signo celeste, como las actuales casas zodiacales) decían que las diosas que se llamaban cihuateteu descendían a la tierra y daban muchas enfermedades a los muchachos y muchachas (...) Tenían temor los padres y madres que no diese perlasía a sus hijos si saliesen a alguna parte reinante este signo. Ofrecían en los oratorios de las diosas porque habían muchos en muchas partes, y cobrían con papeles a las estatuas destas diosas.

También reinante este signo mataban a los que estaban encarcelados por algún pecado criminal digno de muerte. También mataban a los esclavos por la vida del señor, porque viviese muchos años.

Y a los que nacían en este signo no los baptizaban, sino difiríanlos hasta la tercera casa, que se llamaba ei cipactli. Decían que aquella casa mejoraba la ventura de aquel que se baptizaba. Y decían que los que nacían en este signo serían nigrománticos o embaidores o hechiceros, y se trasfiguraban en animales, y sabían palabras para hechizar a las mujeres y para inclinar los corazones a lo que quisiesen, y para otros maleficios. >> (Historia de la Nueva España)

Resumiendo, los nacidos en la trecena de 1 Lluvia, como se le conoce comúnmente, estaban destinados a ser brujos y tener poderes sobrenaturales de dudosa moral. Este tipo de vida, cuyo único negocio parece que eran los maleficios solicitados por terceras personas, solían acompañar una vida solitaria y miserable. Todo ello a causa de la influencia maléfica de la época, en la cual se llevaban a cabo las penas de muerte y los espíritus de las mujeres muertas dando a luz, las cihuateteo, regresaban al mundo de los vivos como fantasmas.

No era la única fiesta dedicada a las cihuateteo, pero merece la pena hacer un breve repaso de estas divinidades, pues también tenían relación un tipo concreto de brujos tlatlacatecolo, como veremos un poco más adelante. Las mujeres que morían dando a luz eran consideradas "guerreras caídas en la batalla", y recibían grandes honores y enterramientos suntuosos. Se decía que tras la muerte vivían en el cielo, regidas por la diosa de la vida y la muerte, Cihuacóatl, y que recogían las almas de los guerreros muertos en la lucha. Antropológicamente es difícil establecer los motivos por los que estas mujeres benéficas, cuando descendían a la tierra, eran espíritus malignos que repartían enfermedades y otros males. Sin embargo, también se dice que se las podía ver cómo almas en pena, llorando y gritando, por las callejuelas y en los cruces de caminos, donde solían estar sus lugares de culto, como advertencia de tiempos venideros terribles. Para algunos estudiosos, la Cihuateteo fantasmal es la figura en la que se basó la posterior leyenda de la Llorona.

Pues bien, tras el enterramiento de una cihuateteo, parientes y soldados se quedaban haciendo guardia durante al menos cuatro días alrededor de su tumba, ya que ciertos tlatlacatecolo buscaban profanarlas y cortarles el brazo, un dedo o los cabellos, ya que eran tenido por un talismán poderosísimo, que garantizabaa victoria en todos los aspectos. Posiblemente, de ahí el nombre de estos brujos, los Temaepalitoti (también llamados momaepalitoti y tepopotza), que quiere decir, los que danzan con la mano (de la Cihuateteo). Se sobreentiende que estos brujos hacían uso de los restos de los cadáveres para conseguir propósitos injustos, aunque cabe pensar que en algún momento se solicitaran sus servicios por parte de guerreros o personas en juicios.

Existen largas listas de brujos tlatlacatecolo, pues existía una denominación concreta para cada uno de ellos, según su forma de hechizar. López Austin (1967), da un listado amplio que merece la pena consultar, pero para este artículo tomaremos solamente los que consideramos más relevantes, por su relación directa con actos de brujería entendidos desde el punto de vista de los europeos.

Los Tlatztini, por ejemplo, embrujaban con la mirada, con la cual podían poseer y destruir. Era una suerte de mal de ojo, ya que para que el conjuro funcionara, el brujo debía mantener la vista fija en su objetivo.

Los Tlamatocani, por su parte, eran una especie de "malditos", capaces de contaminar todo aquello que tocaran (a lo que hace referencia su nombre)

Los Caltechtlacuiloani pintaban distintas rayas en las paredes y puertas de las casas, probablemente con sangre, hechizando de esta manera a los que habitaban en ella, pudiendo conseguir incluso su muerte.

Los Tepanmizoni realizaban conjuros utilizando su propia sangre. Hay dudas sobre si su nombre "el que arroja su sangre sobre ti", se refiere a un acto literal o a que lo realizaba sobre una figurilla de arcilla o algún objeto personal de la persona a conjurar, cuyo destino final era la muerte.

Muy parecido es el Tetlepanquetzi, "el que prepara fuegos", ya que sus rituales de destrucción pasaban por simular un funeral con una figurilla humana con ofrendas de alimentos durante cuatro días, y después, incinerar la figura. A continuación, utilizaba los alimentos ofrendados con la persona a la que de verdad quería matar (convidándola, regalándola, dejando accidentalmente alguna en su casa...), para que la ofrenda funeraria atrajera el funeral de esa persona. Asimismo, un ritual de brujería bastante extendido consistía en quemar cabello de la persona.

Los tlatlacatecolo eran perseguidos y eliminados. Decían que la mejor forma de quitarle su tonalli, es decir, su destino y su energía, era afeitándoles la coronilla. Se dice que una amenaza/talismán contra los tlatlacatecolo era poner en la puerta o ventana de la casa un sombrero al revés, tal vez precisamente por hacer referencia a la coronilla. Exponerlos a la luz solar también era una forma de alejarlos, ya que eran considerados seres nocturnos. Después había que tener cuidado de que el brujo no tocarse nada de nadie, ya que podría hechizar a esa persona y robarle su fuerza. Si se conseguía evitarlo, el tlatlacatecolo moriría.

En el mismo día nefasto de Ce quiahuitl, nacían los temacpalitotique, con cuya definición hay algunos problemas, ya que para algunos son brujos del pueblo que en realidad eran estafadores y no poseían verdaderos poderes, solían ser de casta baja, encontrando su subsistencia en estos falsos encantamientos; y para otros, se trata de brujos que conseguían adormecer a sus víctimas, a veces haciendo uso de la mano de cihuateteo, consiguiendo entrar en las casas a robar y violar. Existen registros de condenas por estos cargos y dado en conocimiento en drogas de la cultura nahua, puede que ambas versiones tengan su parte de verdad.

<< El temacpalitoti es lanzador de sueño a la gente;

es echador del sueño, ladrón.

Hace a la gente bailar en la palma de la mano;

arroja el sueño a la gente;

amortece el corazón a la gente; hace

desmayar a la gente;

hace bulto con todas las cosas;

todas las cosas se lleva >> (Códice Florentino, X, 39)

Los temacpalitoti acostumbraban a relacionarse con las divinidades, a pesar de sus actos malignos, sobre todo con Quetzalcoalt, si habían nacido en 1 Viento. Otros actos de brujería requerían el apoyo de divinidades concretas, como Xipe, el Bebedor nocturno, que era en realidad un dios sexual que acompañaba a los brujos cuando además de robar se aprovechaban físicamente de las víctimas dormidas.

Las brujas Mometzcopinqui y (tal vez) las Cihuanotzqui.

Las Mometzcopinqui eran las mujeres que nacían también en esa fecha y en la otra fecha nefasta, Ce Ehecalt ( 1 viento). Se trata de unos seres que fueron asociados a las brujas europeas pero que en realidad tienen unas características únicas, más cercanas a las lamias o striges grecorromanas. Se decía que estas mujeres tenían poderes sobrenaturales pero su alimento principal debía ser la sangre humana. En mitad de la noche se "desatornillaban" las piernas (a lo que hace referencia su nombre), y las cambiaban por patas de ave. También hacían lo mismo con los brazos, cambiándolos por alas de guajolote (pavo), y la boca por un pico. Las partes humanas las escondían en el tlecuilli (el hogar, cerca de la cocina).

Salían volando y bajaban a las calles de los pueblos en forma de bolas de fuego. Se colaban en las casas y bebían la sangre de los bebés y los niños (sin bautizar), a los que abandonaban muertos en las casa o clavados en las plantas de ágave. Guardaban parte de la sangre en sus picos, o la vomitaban, para almacenarla en su casa y no levantar sospechas saliendo tan a menudo. Los niños no eran su único alimento, ya que también robaban ganado y se lo llevaban volando a sus hogares. Al regresar, volvían a cambiarse las extremidades y a tener una apariencia completamente humana. Evidentemente debían ocultar esta curiosa capacidad o serían condenadas.

Existían varias superticiones y remedios para evitar que entraran en casa, como poner espejos para que se asustara de su reflejo, o poner bajo la cuna un plato con agua y unas tijeras en cruz. En las puerta de la casa se ponían escudillas con agua y un navaja de piedra negra en su interior. Se podía quemar cerca de los techos mostaza y ocote para ahuyentarlas. También cabía la posibilidad de quemar sus miembros humanos cuando saliera a cazar, y de este modo, que muriera a causa de las quemaduras o que directamente no pudiera cambiar de aspecto y fuera atrapada.

En algunas versiones, está condición de mometzcopinqui no era simplemente natural, sino que se producía por un pacto que realizaban las mujeres nacidas en Ce quiahuitl o Ce Ehecalt con el dios Tezcatlipoca, patrón de los hechiceros - cuyo animal simbólico era, casualmente, el pavo- , bebiendo sangre el resto de su vida a cambio de otros fantásticos poderes mágicos, como hacerse invisibles o viajar entre distintos mundos. Sin embargo, no podemos evitar pensar en la influencia de la imagen europea de la bruja que obtiene sus poderes a través de un pacto con Satán y otro demonio.

El aspecto de la Mometzcopinqui se ha identificado con los dos dioses patronos de 1 viento, Quetzalcoalt y Tezcatlipoca, que son mitológicamente enemigos. Xiuhtecuhtli o Huehueteotl es el dios del fuego del hogar, donde hemos visto que la bruja esconde sus miembros humanos, y fue creado por esos dos dioses: de esta manera, podemos ver que el acto de buscar sangre para la bruja no es sólo una obligación, sino parte de su ritual mágico, en el cual invoca mediante simbolismos a las tres divinidades.

Sobre las Cihuanotzqui, Xoxhihua o Cihuatlatole existen dudas sobre si su género era predominantemente femenino o si su número de repartía entre hombres y mujeres por igual. Hay algunos autores que dudan de las etimologías y otros que consideran la existencia única de la bruja alada y de ninguna otra, lo que chocaría radicalmente con la tradición y visión populares. En cualquier caso, sus poderes se centran en lo que llaman "seducción", aunque en realidad nos recuerda más a los amarres amorosos.

Al parecer uno de los procedimientos más habituales era coger un número de granos de maíz o puntillas de la parte más cercana a las raíz, en un número inverso al de la fecha del nacimiento de la persona a hechizar, o con una relación similar.

Estos granos eran utilizados en brebajes mágicos que producían cambios de actitud en las personas, pudiendo obtener de ellas amor o desdén, según el interés del cliente, mayoritariamente masculino. Estos brebajes se conjuraban con una invocación a los dioses del amor Tlazolteólt y Xochiquétzal.

Como ha podido verse a lo largo del artículo, en la cultura mexica destacó el papel masculino del brujo maligno, frente a una bruja femenina más monstruosa. Puede comprobarse, igualmente, que la adivinación o el curanderismo no se han mencionado apenas, ya que en su tiempo no se enmarcaban en brujería, sino en magia buena. Algo parecido ocurre en la actualidad, por lo que podemos decir abiertamente que la relación brujería-actos malignos es una constante antropológica. No olvidemos, pues, que el cristianismo también trocó el pensamiento mágico, metiendo todo en el mismo saco pecaminoso, sin importar su finalidad buena o mala. Sin duda mucha información se perdió a través de las traducciones europeas, aunque también gracias a ellas se han conservado tradiciones orales y se ha facilitado el análisis de las escritas, lo que permite que a día de hoy los movimientos de recuperación del mundo precolombino avancen más rápido que nunca.

Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:

- "Códice Carolino", presentación de Ángel Ma. Garibay K., Estudios de

Cultura Náhuatl, vol. VD, 1967.

- López Austin, A. Cuarenta clases de magos en el mundo náhuatl", en Estudios de cultura náhuatl, núm. 7, 1967, pp. 87-117.

- López Austin, Alfredo, "Los temacpalitotique. Brujos profanadores, ladrones y violadores", en Estudios de cultura náhuatl, núm. 6, 1966, pp. 97-117.

- Sepúlveda, M.T. La brujería en el México antiguo: comentario crítico. Dimensión antropológica, año 2, volumen 4, mayo/agosto de 1995.


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