La Koliadá, la fiesta eslava de invierno
La palabra koliadá aún tiene dudas de los lingüistas y folcloristas acerca de su etimología: para unos, proviene de verbo ruso koliadovat, que literalmente significa, ir de puerta en puerta. Para otros, provendría de la palabra eslava kolo (círculo, en referencia al ciclo solar). En cualquier caso, con esta palabra se ha definido el periodo de las fiestas de invierno en la Europa del Este y el mundo eslavo, el cual es una mezcla de paganismo romano, báltico, eslavo, celta y un cristianismo oriental, que iban desde el Korochun o Solsticio de Invierno, hasta primeros de enero.
Por su carácter diverso, la Iglesia cristiana ortodoxa oriental, al contrario que en el mundo occidental, en la gran mayoría de los casos fue bastante condescendiente con los ritos preexistentes, en especial los agrarios, habida cuenta de los amplios espacios y poblaciones rurales del territorio de Europa del Este.
Ello no impidió que finalmente el cristianismo ortodoxo se impusiera, relegando la mitología y los cultos eslavos a simple folclore y superstición, cuya supervivencia podemos comprobar en festividades tradicionales como la Koliadá, las fiestas de invierno, que si bien hoy apenas conservan estos elementos, desde el medievo hasta casi el S. XIX resistieron los embates sociales y llamaron la atención de religiosos, historiadores y antropólogos.Precisamente este fue el problema principal para su verdadera supervivencia, y es que a día de hoy, hay todo un folclore y una mitología eslavas que son pseudopaganas, es decir, que han pasado por una reinvención o transformación a través de literatos e historiadores, provocando que la magia y la mitología eslavas no puedan asegurarse como originales. No falta quien apunta la similitud fonética entre koliada y las kalendae romanas, las kalandai griegas, o una posible reinterpretación desde el latín cristiano col-laudo, es decir: alabar.
Hoy en día, grupos neopaganos locales buscan revivir estos eventos que contienen elementos mágicos y religiosos que todavía hoy remiten a una forma de identidad cultural, a pesar de las transformaciones modernas, aunque hay otro problema notable: para algunos, las fiestas preceden 12 días a las navidades cristianas, mientras que para otros, las fiestas deben ser desde el 6 de enero hasta el 19.
La Koliadá es una fiesta con paralelos en otras culturas, anuncia la llegada del invierno y realiza una serie de rituales para garantizar que el mismo sea misericordioso - en especial, teniendo en cuenta el clima del mundo eslavo - al mismo tiempo que se incita a la preparación y fertilidad de la tierra. Incluso en varios lugares Koliada o Koliade aparece registrada como una divinidad simbólica, como la representación del Sol que renace. En algunos lugares como Bielorrusia, el inicio y fin de las fiestas se marcaba atando un paño, haciendo un nudo, que se deshacía al final de las fiestas, como una forma de marcar el carácter sagrado de las mismas. No en vano, uno de los antiguos sistemas de conteo en la zona prusiana era precisamente anudar cuerdas para tener registros de ciertos eventos.
Sol y Fertilidad
En estas fiestas se cantaban koliadki (canciones de invierno) y se invocaba a antiguas divinidades eslavas de la naturaleza, principalmente Usen y Kolyada, un matrimonio sagrado que unía la forma masculina (Usen, personaje domador de caballos) con la femenina (Kolyada, quien toma forma de yegua). Uno de los ritos habituales era el paseo de una muñeca de trapo que simbolizaba a la diosa, a la cual cada mujer le regalaba una prenda de ropa para ir vistiéndola según atravesaba el pueblo, o el paseo en forma de yegua, en cuyo caso una figura de este animal era paseado por el pueblo mientras los muchachos jóvenes relinchaban y corrían entorno a ella. Igualmente a Usen o Tausen lo invocaban un grupo de jóvenes casaderas, si bien esta divinidad no tiene forma definida.
Aunque se haya perdido gran parte de la tradición, por comparativa con los cultos de los Balcanes y otras supervivencias europeas celtas y grecorromanas, se ha supuesto que al finalidad de estas procesiones era conducir a la diosa novia a la casa del dios novio, promoviendo así su matrimonio sagrado y, al llegar la primavera, los matrimonios de los jóvenes que habían participado en su boda. Año nuevo, vida nueva.
Pero principalmente, y eso es lo que ha llegado hasta nuestros días, se trata de la invocación, cómo no, del sol que renace. Para ello no deben faltar las velas, las lámparas y candelas en las ventanas, chimeneas y hogueras entorno a las que festejar públicamente, y hasta fuegos artificiales. El llamado Budnik sería el equivalente al tronco de Navidad o tronco de Yule. En algunos eventos folclóricos o neopaganos se realizan hogueras comunales y se prende fuego en ellos a varas y bastones con ruedas solares, con los que se baila o se da vueltas a la zona para bendecir y purificar, así como para recordar el ciclo solar. Los bailes regionales de los balcanes y zonas eslavas se esmeran en este punto, recordando sus posibles orígenes, y haciendo publicidad de su folclore, cuyos bailes circulares, no en vano, se denominan kolo.
En los desfiles actuales pueden verse motivos tradicionales de soles y estrellas hechos con papeles de colores. La tradición es que estas personas, sobre todo niños y jóvenes, canten villancicos o canciones populares de puerta en puerta, o que realicen alguna pequeña obra de teatro o de títeres, y se les permita entrar en las casas o negocios para que "entre la luz del sol" y queden bendecidos y protegidos durante las fiestas de invierno. En ruso estas comparsas recibían el nombre de sviàtki, compartiendo raíz lingüística con svet, luz. Como agradecimiento se dan pequeños regalos, dinero o chucherías a los portadores de estos farolillos, aunque antiguamente era la carne de los sacrificios - que, en realidad, es la carne de la matanza, para conservar durante el invierno y aguantar la temporada de frío.
Por el contrario, si no se les permite entrar, los muchachos tienen permiso para realizar alguna travesura como venganza.
Actualmente muchos de estos farolillos de papel maché o plástico son utilizados como adornos y talismanes para puertas y ventanas.
Otro adorno típico con orígenes eslavos es el "Abuelo Trigo" (didukh). Se trata de espigas de trigo o cebada atadas y adornadas, junto al cual se dejan dulces o vino para alimentarlo hasta el final del invierno, alimentando, de manera homeopática, el trigo del año próximo. En la noche del solsticio se dejan en el exterior ramos y atadillos de cereales o plantas benéficas, para que sean bañadas por el primer sol renacido del año pagano.
Se mencionan también mascaradas de fines apotropaicos, pues Kolyada no era una diosa de características benéficas, sino que tenía un aspecto más bien terrorífico, y estaba asociada al hilado - probablemente por paralelismo con la Makosh báltica -, y el hilado estaba, a su vez, asociado con el paso del tiempo y la muerte. Puesto que se trataba de una divinidad de la tierra, tenía control tanto sobre la fertilidad de la misma (la vida) como sobre la muerte. Existían tabúes sobre hilar en estos días, así como otros días sueltos de la semana, pues la diosa vigilaba, aunque esta figura fue finalmente sustituida, sobre todo en Rusia y Bielorrusia, por la santa Parasqueva Piátnitsa, la cual, no obstante, según la tradición seguía asomándose por las ventanas para ver si se respetaba el no hilar en sus días.
Los caballos tanto para los celtas como para los eslavos y otras culturas colindantes eran animales sagrados, relacionados con las aguas y con el inframundo - y por tanto también con las aguas subterráneas y la fertilidad. Entre los cánticos o hechizos realizados por un cantor o hechicero de la comunidad, encontramos referencias como << Por donde pasa el caballo, se levanta un montón de trigo>>
Este personaje puntual, el mejonosh, (portasacos), posible recuerdo del sacerdote pagano que ya no está presente, se caracteriza como un hombre bigotudo y encorvado por el peso del saco que lleva consigo, cargado de semillas o de aguinaldos. A menudo, dentro de un desfile o mascarada, sus acompañantes van vestidos como osos, lobos y cabras. El oso en las tradiciones bálticas era un ser protector del mal, igual que el lobo entre los celtas, donde se consideraba una de las manifestaciones del dios Vaelico, entidad nocturna que vestía piel de lobo, pero era de carácter benefactor. En cuanto a la cabra, en todo el territorio euroasiático ha sido siempre un signo de fertilidad, especialmente el macho cabrío.
En Ucrania aún existe brevemente la tradición de la koza o koзa (macho cabrío), donde con máscaras y disfraces se teatraliza la muerte del animal, el cual resucita mediante los cánticos y hechizos del coro y los espectadores. Paralelamente al rito que vimos de los caballos, la cabra al resucitar se pasea entre las casas y por los campos, y se recita <<donde pisa la cabra crece el trigo>> o <<donde la cabra clava su cuerno, surge un montón de heno >>.
Los espíritus malignos y las honras a los difuntos.
En el mundo antiguo, tanto en el Imperio Romano como en el escandinavo, germano, celta, eslavo y asiático, en invierno había una temporada donde los espíritus, aprovechando la oscuridad, viajaban con más frecuencia al mundo de los vivos. En estas fechas se rompe la brecha del Jawia (mundo terrenal) y el Naiwa (mundo subterráneo). Este período coincide con el invierno. En el neopaganismo actual se ha recuperado en algunas zonas, como Polonia, el culto especial al dios del inframundo, Veles, para estas fiestas.
Para protegerse de los mismos no faltan las hierbas aromáticas y los cascabeles, así como mascaradas y mucho, mucho ruido, como ya se ha visto en otros artículos, un excelente método apotropaico tradicional. En árboles, troncos y paredes se dibujaban caballos y cabras como símbolos de fertilidad pero también de protección. Los caballos y otros animales domésticos eran adornados con cascabeles, campanitas y otros elementos brillantes y ruidosos, como panderetas y bolsitas rellenas, para que al moverse hicieran ruido. Este tipo de adornos eran vestidos también por los hechiceros o exorcistas.
Hablando de la exorcistas, en zonas de los Cárpatos tiene lugar la representación teatralizada y burlona de la expulsión de los demonios del pueblo, donde un grupo leva las caras pintadas de negro y cuernos, y otros personifican a los exorcistas con campanas e inciensos. Se tiene constancia de aque antiguamente los cuernos y máscaras de los demonios estaban hechas con abedul, árbol sagrado en la mayoría de culturas europeas.
El ganado y las tierras también debían protegerse de los malos espíritus, para ello tenía lugar la llamada invocación del Arado (klikat Pluga) o "la Muerte de las vacas"en Rusia. Requiriendo (o no) un sacrificio de un animal negro que simbolizara la muerte del ganado, se paseaba una vara, como un símbolo fálico, o el propio arado, hundiéndolo en la tierra, fertilizándola. Este paseo fálico también se podía representar por el pueblo. En algunas zonas de Rusia y Bulgaria, los hombres movían el arado, mientras que las mujeres iban detrás echando arena, bajo la premisa ritual de que <<al igual que esta arena no tendrá brotes, la Muerte no entrará en el pueblo>>
En lo que se refiere a los difuntos, en la Europa Oriental hay una mezcla de cariño y de respeto, ya que incluso siendo familiares, pertenecen a otro mundo. En la mayoría de comidas y convites se intenta pensar en ellos y rememorarlos, así como en fiestas destacadas como ésta, dejarles también comida en algún lugar especial de la casa, o un pequeño altar. Algunas personas moldean y visten al Abuelo Trigo como si tuviera brazos o piernas, como si fuera una persona, y consideran que las ofrendas que dejan serán también disfrutadas por los familiares difuntos que les visiten esa noche. En otras zonas se preparaban tres banquetes rituales, uno ligero, otro abundante y un tercero ligero, para que los espíritus llegasen, comiesen y se fuesen.
Adivinación
Como todo momento liminal, es un tiempo especial para conocer el futuro. Existen actualmente muchas tradiciones a este respecto, como cortar doce papelillos con doce deseos y dormir con ellos bajo la almohada, para sacar tres al día siguiente y ver cuáles deseos se cumplirán.
Antiguamente el futuro se adivinaba comprobando si las gachas preparadas la noche anterior se habían mantenido en buen estado o no: esto simbolizaba cómo iría el año por una sencilla razón, y es que se intentaba no tener que cocinar en los días festivos, y si las gachas se habían estropeado, ese día "libre" se veía estropeado también, un mal preludio.
La comunicación con los difuntos tomaba aspectos muy variados en estas fechas invernales, pero preguntarles por el futuro parecía una práctica habitual que hoy en día se ha dejado de lado al hacerse más en las fiestas de difuntos. Una de estas formas era la preparación del Kutia o Kutya, un pudín de grano de trigo, miel y frutos secos que, por cuestiones culturales y políticas, en algunas zonas, como Ucrania y Serbia, son un plato principal en las fiestas de invierno, mientras que en otros lugares, como Rusia, Rumanía o Bulgaria, se trata de un plato que servir en funerales. La cuestión que nos importa aquí es que el Kutia se preparaba en un momento concreto como eran estas fiestas, y su resultado servía para conocer el porvenir, según su sabor fuera bueno o malo, según se hubiese hinchado más o menos, etc. Igualmente, al dejarla como ofrenda a los difuntos, la forma en que se contraba al día siguiente podía ser interpretada.
Igualmente relacionado con la comida, y con paralelos en prácticamente toda Europa, en algún plato especial, o más comúnmente en los varenikes o pierogi (empanadillas de patata y cebolla) se introducen aleatoriamente algunos objetos o ingredientes que decidirán la suerte de cada comensal. Por ejemplo, una moneda anuncia mejora económica o un anillo anuncia boda, la miel anuncia buena salud, un pepino anuncia sexo o queso conocer gente, etc. Dependiendo de la región, el significado o el objeto pueden ser totalmente distintos, ¡es la magia del folclore!
Pietro V. Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com
Bibliografía:
- Arséntieva, N. Orígenes y formas de la magia ritual de los eslavos orientales a la luz de su génesis cultural. Universidad de Granada, 2007
- Dixon-Kennedy, M.. Encyclopedia of Russian and Slavic Myth and Legend. Bloomsbury Publishing, 1998.
- Strmiska, M. (ed.) Modern Paganism in World Cultures. Comparative Perspectives, Bloomsbury Publishing, 2005
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