El tronco de Yule y otros rituales

21.12.2021

Yule (Júl) es el nombre que daban los pueblos germánicos y nórdicos al período que sigue al solsticio de invierno (21-22 de diciembre en el hemisferio norte y 21-22 de junio en el hemisferio sur). En todo el mundo siempre ha sido una fiesta de gran relevancia debido a la importancia del movimiento del sol a partir de estas fechas, en relación con la duración de los días y el fruto y cuidado de las cosechas, así como para bendecir a los animales. En el norte de Europa, estas fiestas tenían una serie de características que se han popularizado y, además, conservan su simbolismo en el entorno del neopaganismo asatrú y Wicca, dos de los más influyentes dentro del renacer esotérico-religioso.

El árbol de Navidad

Sin duda el árbol de Navidad es el ejemplo más general para la supervivencia de lo pagano. Su origen parece remontarse al simbolismo cíclico y natural representado por el árbol Yggdrasil, aunque el simbolismo del "árbol perenne" es evidente, y Frazer, en su día, ya hizo notar la importancia que los árboles sagrados tenían para los pueblos precristianos. Decorar un árbol o un tronco, tanto en Europa como en otras zonas del mundo, era una forma de celebrar la fertilidad de la naturaleza, de permanecer "perenne", hasta que pasase la temporada más dura. Pero la verdadera parte pagana del asunto es el fuego, ya que hay testimonios en los que incluso en el S.XV, con la Europa totalmente cristianizada, los árboles que decoraban las plazas eran quemados en noches concretas o al final de la estación. ¿Por qué fuego? Muy sencillo. Al igual que ocurre en Midsommer, Plenoverano o Noche de San Juan, el fuego, por magia simpática, es el sol mismo, al cual se alimenta y se da fuerza, y a la vez tiene un valor purificador, puesto que el año (ya fuera en el calendario juliano o en el calendario natural) está por terminar, y es bueno entrar en el siguiente habiéndose librado de todo lo negativo y receptivos a lo positivo. Estas fechas en el hemisferio norte, además, coinciden con el aumento de la luz solar, lo que da aún más pie a las peticiones por la fertilidad de la tierra y el bienestar. Los árboles se adornaban con flores, piñas guirnaldas o frutas, que simbolizaban todos los frutos que habrían de dar los árboles al año siguiente, lejos de nuestras coloridas bolas de plástico, que sólo conservan la forma como recuerdo. Las luces de los árboles, desde una perspectiva mágica, pueden entenderse como los sustitutos de las llamas.

Quienes aún recuerdan este ritual o buscan revivirlo, o conservan alguna tradición folclórica, suelen poner velas en el árbol o alrededor del mismo, y cantar o bailar entorno a él, de manera muy parecida a lo que hacen ciertos grupos paganos en Beltane. La estrella en lo alto del árbol no es casual, aunque se haya pretendido, desde la tradición cristiana, de asociarlo a la Estrella de Belén: realmente, no era una estrella como tal, sino un símbolo solar destinado a que, desde lo alto, transmitiera las energías buscadas al verdadero sol. De esta forma, bailar o cantar con velas en las manos cumplía la misma función.

El tronco de Yule

El tronco de Yule de la actualidad tiene algún resquicio de esta tradición, pero más de otras mucho más claras. En una hoguera notablemente más modesta y discreta, un tronco escogido se quema en la chimenea del hogar, y se intenta mantener encendido por 12 horas, o según otras tradiciones, día y noche durante los días que duren las fiestas. Esta ocupación implicaba la participación de todos los miembros del hogar, lo que lo convertía en una ocasión para pasar tiempo juntos, preparando alguna comida, contando cuentos, cantando o jugando. Las cenizas se recogen y se guardan para el año siguiente, donde cumplirán su misión de ayudar al encendido de otro tronco, aunque hay quienes directamente cortan una pequeña porción del tronco, que utilizan para encender el tronco del año siguiente. Esas cenizas son además un amuleto de protección para el hogar, aunque en los pueblos, una parte de las cenizas se guardaba para ser esparcida por las tierras de cultivo, para nutrirlas.

Este ritual del tronco era común en toda la Europa pagana, y aún en la cristiana, pues es un rito muy apropiado y cercano para las gentes del campo, que en muchos casos aún lo realizan, aunque después haya adoptado formas variadas, como el conocido Tronco de Navidad, que evoca, en forma de pastel, el momento de reunión.

El neopaganismo ha resucitado este ritual y lo ha esquematizado, tratando de devolverle todo su valor religioso. Para ello lo ha dividido en distintas fases: la purificación personal y del hogar, la selección del tronco, la consagración o bendición del tronco (pues, de otra manera, se considera que sería un tronco cualquiera), el encendido del tronco y la recolección de las cenizas.

La purificación puede ser a través de baños o inciensos. Igual que se usan para adornar los árboles, también la fruta con sus aromas y colores se considera un buen sistema, en especial en la decoración de los altares: naranjas, mandarinas, manzanas y limones son algunas de las frutas que aparecen en las correspondencias habituales, junto con los frutos secos, en especial las nueces y los piñones, cuyas piñas sirven de decoración. Entre las especias favoritas para los inciensos o acompañando a las frutas encontramos el clavo, la nuez moscada y la canela.

La selección el tronco no es aleatoria, en primer lugar porque, como bien sabían los antiguos, hay maderas que duran en la chimenea y otras que no. Por lo general, preferían el pino por su facilidad de obtención, pero también el roble, el cedro o el abeto. Es preferible, por cuestiones naturales, seleccionar un tronco partido o una rama caída; también, en entorno esotérico-religioso, puede haberse consagrado o seleccionado previamente un árbol para tal fin, habiendo cuidado su crecimiento: en estos casos, es necesario hacer notar que se suelen cortar ramas y no el árbol al completo, como muestra de respeto por la naturaleza, por la Diosa.

La bendición o consagración puede consistir en un acto sencillo, colocando el tronco en un espacio sagrado, altar o círculo preparado al efecto, y rezar o hechizar sobre él, o bien en pintar con tiza, carbón o cera símbolos solares o del Dios en su superficie. Algunos practicantes prefieren grabar a fuego o con su athame sus runas y sigilos personales, invocando sus deseos. Concretamente para los Wiccanos, simboliza la muerte y resurrección del Dios en el vientre de la Diosa, por lo que cualquier cántico o referencia a ello se considera bueno, igual que a Balder en su resurrección en el paganismo nórdico.

El encendido del tronco será preferiblemente encendido con fósforos de madera o con la luz de una vela en lugar de un encendedor artificial: cuanto más natural, más complaciente será el acto. También es aceptable la introducción de un pedazo de carbón encendido en el interior del tronco. Algunas personas aprovechan los propios adornos del tronco, que suelen ser hojas de acebo, ramitas de abeto o pino, hiedra, etc., para que el propio tronco prenda. Asimismo se considera válido espolvorear especias secas como capullos de rosas, hibisco, hojas de té... Durante la ceremonia de encendido se puede optar por el silencio o por cantar en grupo, pero lo importante es que todos los participantes, en el caso de no ser un rito solitario, estén presentes y demuestren expectación y alegría.

Quienes no disponen de una chimenea o no pueden quemar un tronco de manera segura, adornan el tronco y colocan en él o entorno a él velas encendidas en las cuales quemar los deseos, o simplemente para que se asemejen a las llamas que deberían quemarlo. En grupos es común darse las manos entorno a él o girar alrededor en el sentido de las agujas del reloj. En estos casos es el tronco entero el que se guarda hasta que se descarta al año siguiente una vez se encuentra un sustituto. Concretamente en estos casos hay quienes utilizan el tronco como parte de su altar mágico o religioso, manteniéndolo consigo todo el año.

Otra opción para quemar un tronco con seguridad consiste en el uso del caldero. Dentro de él se introduce el tronco (si es un caldero de mano o incensario, entonces pueden meterse troncos más pequeños, en número mágico) y se prende fuego ayudándose de una pastilla de carbón o papeles con deseos o sigilos mágicos escritos. Si aún así no se puede conseguir un tronco, algunos practicantes tienen por símbolo de estas fechas una vela roja metida dentro del caldero.

Existen asimismo "troncos modernos" o "de diseño", en los cuales se disponen huecos para situar las velas, o que incluyen ya los soportes como una especie de candelabro. Aunque la mayoría de estos troncos conservan la forma alargada, rugosa o curva, también los hay como simples tablas de madera con el pentagrama inscrito, o con forma de estrella de cinco puntas. Estos troncos a veces se encienden como las coronas de incienso, preparándose para la llegada de Yule, donde deben arder todas, pero no es lo más común.

Lo que no existe en el neopaganismo, y que hasta cierto punto se consideraría inadmisible, es un tronco o soporte que no sea de madera. Lo natural es necesario en este aspecto. Lo mismo ocurre con las velas, que deben ser preferentemente reales y no artificiales.

Para terminar, la recolección de las cenizas. Algunos toman por sagradas las doce primeras horas que pasa el tronco ardiendo, y luego lo utilizan de lumbre general, hasta que arda del todo y se puedan recoger las cenizas. Para apagarlo, si es necesario (sobre todo en troncos de gran tamaño), siguiendo una performance ritual, se consagra un poco de vino o sidra y se vierte sobre las llamas hasta apagarlas. Es un recuerdo, entremezclado, de las libaciones grecorromanas. Cuando está todo frío y seco, se recogen y se guardan: hay quienes las almacenan en un saquito de tela para llevarlas siempre consigo, y quienes las ponen en un saquito o cajita y la dejan en algún lugar que consideren estratégico de la casa, como la habitación, la entrada o el altar. Algunos wiccanos utilizan las cenizas en sus rituales, como elemento tierra o madera, o para evocar los deseos e intenciones volcados en las fechas de Yule.

Otros rituales

Entre estos pasos hay quienes realizan rituales accesorios, como escribir deseos o peticiones (normalmente 7 o 12) y quemarlos en el fuego del tronco, como una carta a Papá Noel pagana. Es frecuente realizar hechizos en los que se requiera que un objeto, símbolo o mensaje acabe ardiendo, ya sea para utilizar también las cenizas o para una purificación/eliminación.

Es lo más habitual, junto con la celebración de un pequeño banquete, personal o comunitario, cerca del fuego. Antes hemos mencionado verter vino o sidra sobre el tronco, pues suele ser la bebida más común para acompañar, pero existe una bebida propia de Yule: el Wassail, una sidra caliente con especias y rodajas de cítricos, pensada para dar a quienes en estas fechas van de puerta en puerta cantando y ofreciendo regalitos (lo que ahora es popularmente cantar villancicos o pedir el aguinaldo).

También se pueden realizar rituales lunares que puedan complementar los objetivos deseados, siguiendo sus distintas fases. Probablemente uno de los más comunes sea la petición de dinero a través de la quema de laurel junto con el tronco, o a lo largo de los días, o la preparación de saquitos con monedas o hierbas y parte del tronco quemado, pieles de cítricos...

Como todos los solsticios, son momentos propicios para la adivinación: mirar las hojas del té o rellenar pasteles con distintos dijes variados (como en el Roscón de Reyes) para ver a quién le toca cada cosa (por ejemplo, meter un dije de suerte, otro de dinero, otro de viajes, otro de amor... y repartir los trozos, augurando algo distinto según decida el azar). En algunas zonas británicas, el bollo por excelencia es el pudin, mientras que en la Europa continental parece más querido un bizcocho o rosco; realizar tiradas de runas o de tarot para obtener una visión general del año venidero, generalmente con doce piezas o aspectos. De igual forma, en estos días se presta especial atención a los presagios y prodigios naturales (el clima, la actitud de los animales, los colores del cielo...).

Yule es un momento también de reflexión y meditación: es un buen día para pensar en los que se han ido, y para guiar con luces de velas a los que pensemos que puedan encontrarse perdidos. Es un punto de inflexión: tras la oscuridad viene la luz. Y no nos olvidemos de los regalos: ya en las fiestas Saturnales romanas y en otras tantas era común realizar pequeños obsequios para pasar estas duras temporadas.

Asimismo, se pueden pasear dichas velas o varitas de incienso por la casa para purificarla, o limpiarla con aceites esenciales. La escoba, elemento esencial de las brujas, es aquí efectiva para la limpieza de malas energías, no siendo necesario que toque el suelo. Para defender la casa de malos espíritus, en la casa debe haber risas y alegría, pero a falta de compañía o en una situación en que no sea posible, se puede hacer ruido con cencerros y campanillas para ahuyentar a los malos espíritus que buscan su última oportunidad antes de que la luz regrese. Dejar velas en las ventanas también es una costumbre habitual, si bien en la mayoría de los casos se permite que estas sí sean artificiales por seguridad, para poder dejarlas encendidas toda la noche.

Decorar con muérdago es una tradición de base pagana, aunque se haya asociado con el cristianismo. El muérdago, planta celta mágica por excelencia, crece en los robles, los árboles sagrados en su tradición. Pero también se realizan guirnaldas con elementos naturales como pieles de cítricos, palitos de canela, y ramitas variadas. Las velas rojas (por el fuego) y blancas y doradas (por la luz del sol) son las preferidas para ambientar, combinando con al decoración popular.

A pesar de que se insiste en que estos días son para desconectar y descansar, puesto que el frío exterior impedía realizar la mayoría de actividades cotidianas, en la noche de Yule, o en su defecto, en una noche particular que el practicante decida - por ejemplo, porque la luna alcance una fase concreta, o porque sea el día en que se puede reunir con sus compañeros y familiares - es costumbre esperar al amanecer para saludar al nuevo sol, y en zonas que disponen de terrenos abiertos o bosques, algunos practicantes deciden esperar hasta el amanecer, paseando con luces o fuegos en la madrugada para recibirlo.

En muchos lugares se mantienen tradiciones populares con base en los encendidos de troncos: El Apalpador gallego, un carbonero que da castañas asadas a los niños, procesiones de hogueras en Año nuevo en Escocia (Hogmanay), o el CagaTió en Cataluña, un tronco con cara al que se pone tapado cerca del fuego y el día de la fiesta se le golpea para que "cague" los regalos. En Somerset, Inglaterra, las varitas de fresno sustituyen el tronco, por ser más apropiados para hogueras en exteriores. En Escandinavia es común la preparación de figuras con forma de animales, normalmente cabras, realizadas con palitos, mimbre o cuerda natural. En la Europa del Este y los países Bálticos se ha recuperado la tradición de cortar y decorar un árbol para prenderle fuego, de manera que el solsticio de verano y el de invierno marcan con sus hogueras (badnjak) las dos mitades del año.

Todas estas tradiciones locales beben en parte de la época pagana, y han querido fusionarse con el cristianismo con un éxito moderado. Sin embargo, en el neopaganismo, como se ha visto, se opta por obviar la faceta cristiana, o fusionarla lo más posible para que de esta manera, diluida, se valore más el acto de reunión y el simbolismo del solsticio, frente al sentido puramente festivo y comercial que invade estos días en el mundo occidental.

Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:

-Cunningham, S. Wicca. Una guía para la práctica individual. Arkano books, Madrid 2016
-Frazer, J. G. , La Rama Dorada. Fondo de CE México-Madrid-Buenos Aires, 1944
-Susan Pesznecker, Ll., Yule: Rituals, Recipes & Lore for the Winter Solstice, Llewellyn Worldwide, 2015

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