Magiología (III): Las dos caras de la moneda
De la manera más acertada tituló Daxelmüller (1993) "Cabeza de Jano" a una de las secciones de su obra Historia social de la magia. Como ya se pudo ver en l primera parte, la magia era divisible por su origen, acciones y fines en dos grandes grupos: magia naturalis y magia daemoniaca, una benéfica y otra mayoritariamente maléfica. Esto provocaba, desde un punto de vista científico-práctico, que gran parte de la magia buena y útil quedase sin aprovechamiento.
En los principios de la Edad Moderna, muchos eran conscientes de esta dualidad y buscaron la manera de elevar la disciplina mágica al nivel de las demás ciencias útiles. Es más, las tres ciencias consideradas fundamentales en su tiempo eran la física, la matemática y la teología, mater scientiarum, título que ganaba más por poder que por convicción; en cualquier caso, la magia en cualquiera de sus formas tocaba estas tres disciplinas, lo que la convertía en una ciencia excelsa en sí misma: este argumento venía sopesado de la Edad Media, donde había una clara distinción de usos y funciones de la magia, que la hacían por una parte legítima y por otra ilegítima y condenable. Como ya se dijo, la astrología, por ejemplo, mantuvo un status respetable dentro de las propias cortes, a pesar de su persecución a nivel popular. ¿Acaso por la presencia de astrólogos en los textos bíblicos?
¿Y qué debía tener de malo contemplar que la obra del Creador mostraba un orden perfecto y el destino de sus criaturas grabado en su proyecto?
Este era el primer tipo de magia lícita, uno de los seis que
expuso en Wittemburg como ámbitos donde la magia naturalis no sólo era lícita, sino digna de respeto como rama de la física.
El segundo tipo de estudio mágico era aquél que se daba en la naturaleza, la transformación y transmutación, compartida por los brujos en sus metamorfosis animales y demoníacas, pero también con el ejemplo más santo de la Transfiguración o la transustanciación.
El tercer tipo tiene que ver con el poder de la palabra y la imagen. ¿No creó Dios a través de la Palabra, no fue el Lógos (gr. Palabra, habla) lo primero? ¿No es la contemplación una vía de conocimiento?
La cuarta y quinta clasificaciones reúnen la creación de figuras que alteran el estado de aquello de lo que forman parte o representan, que pueden ser maleficios o exvotos, que, implorantes, son indicaciones para la divinidad, o regalos y agradecimientos evocadores.
La sexta y última es la cábala, no solamente como filosofía y magia teológicas, sino también como todo su poder secreto, oculto, y proveniente del conocimiento divino.
Nueva excepción se produciría con la música, reconocida desde antes, y a posteriori en la misma obra de Rudolf Otto, Lo santo (1917) , como elemento numinoso clave para el saber excelso que va más allá del mundo sensible, analizado por Athanasius Kircher (1601-1680). Esto encerraba dualidad una vez más, y por ello acabó bajo el mismo juicio imparcial del motivo y la finalidad. Cuanto más cuando, vehículo transmisor entre clases altas y bajas, podía convertirse no sólo en maestra del pueblo, sino en crítica y política.
Queda patente dentro de todo este conjunto que se estaba hablando ya de las cualidades ocultas, ya por naturaleza, ya por decisión celestial, de cada elemento de la Creación, así como que tales cualidades se pueden desdoblar en o malas acciones, las cuales, por otra parte, se mueven en la ética del que la realiza y del que le juzga. El conocimiento y reconocimiento por ambas partes del acto mágico y las palabras, de su desarrollo, salvaría a la magia naturalis de ser confundida con su contraria a nivel moral, pero en los casos del mundo popular, como ensalmos, amuletos y supersticiones, la cosa no quedaba tan clara, y el uso de la magia buena se relegó, una vez más, a las clases altas, que por otra parte eran quienes tenían acceso a la educación, pero también a la enseñanza. No obstante, incluso éstos veían truncados sus estudios en cuanto algo evocaba, dentro del paraje mágico, una comparativa religiosa, a pesar de tratarse como un producto de Dios o sometido a su voluntad, o cercanos a la filosofía neoplatónica. Es el caso de Pietro Pomponazzi (1462-1525), quien hacía derivar todo el poder de los milagros divinos de la magia naturalis. Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim (1486-1535) fue considerado en su momento el mago por excelencia. Su libro más conocido y a la par más criticado fue De Occulta Philosophia, donde exponía una síntesis neoplatónica entre el cristianismo y la magia, y que le hizo ganar fama mundial, buena y mala, a pesar de que, justamente en esta obra, no se encuentra ningún tipo de práctica ritual a la manera esperada.
Variados detractores se quedaron atrapados, como Giovanni Pico della Mirandolla (1463-1494), en sus propias disertaciones, cuando, en su caso particular, rechazó la predestinación astrológica sin llegar a negar su propia percepción de la magia, una filosofía de la naturaleza. Cuántos otros más desprestigiaban la magia pero gustaban de la Cábala, como si acaso no tuviesen relación.
Muy poco después, a lo largo del S.XVI y XVII, los tratados mágicos existentes fueron reuniéndose en grimorios, como Las Clavículas de Salomón o el Picatrix, encargado nada más y nada menos que por el propio rey de Castilla, Alfonso X el Sabio. Estos grimorios no eran sino recopilaciones a su vez de tratados como los Elementa Magica de Pietro D'Abano, o las obras espirituales y farmacológicas de Arnau de Vilanova.
Es por tanto en el Renacimiento donde surge el concepto de esoterismo como categoría cultural. Por ello, a pesar de su relación con la magia, y una vez diferenciadas sus dos vertientes, el esoterismo no dejaba de trabajar paralela a la teología y la filosofía como forma de conocimiento de lo externo, de lo invisibles, de lo maravilloso. Pero las penalizaciones y amenazas por herejía derivaron, una vez más, en la necesidad de practicar, incluso aquello que no era magia pero podía parecérsele, a escondidas. Únase a esto el avance de la ciencia chocando cada vez más con la religión, y la magia, a medio camino, sin defensa posible por ninguna de las partes.
Aparecen progresiva, aunque muy lentamente, las llamadas sociedades secretas. Éstas contenían su vertiente científica, pero también la religiosa, espiritual, la filosófica y la metafísica o esotérica, así como de estatus académico. La Orden rosacruciana es una de ellas, y contiene elementos alegóricos y casi míticos, como aquellas que atribuyen la fundación de las órdenes a personajes bíblicos, así como sus iniciaciones y secretismos. La Orden de los Illuminati, de los cuales aquellos que se hacen llamar hoy día Illuminati toman ejemplo, tuvieron su origen el S.XVIII.
Debe tenerse en cuenta la explosión cultural, o mejor dicho, reinterpretación, que supuso después el Romanticismo para estas órdenes y para el redescubrimiento de la cultura esotérica. Totalmente desprestigiada, la magia se torna, sin embargo, atrayente para quienes indagan en leyendas y fantasías, evocaciones ancestrales y en la propia esencia del sentimiento humano. En el S.XIX, estas órdenes continuaban siendo comunes, pero se dio un paso más allá, y aquí es donde se puede comenzar a hablar propiamente de ocultismo.
El ocultismo es diferenciable del esoterismo por su concepción natural. Mientras que el esoterismo trataba acerca de la naturaleza y a pesar de que hacía distinciones entre tipos de magia las englobaba, el ocultismo, término debido a Éliphas Lévi en 1856 en su Dogma y ritual de la Alta magia (Dogme et rituel de la Haute Magie), no se trata solamente de la creencia y el desempeño de prácticas esotéricas, ocultas, sino también de su estudio y a la par, apertura, controlada, al público general. Este repensar cultural filosófico-religioso hace que muchos de los movimientos neopaganos se autoenmarquen en el ocultismo no sólo por sus prácticas sino por su pensamiento y filosofía. La concepción moderna del esoterismo, en sí misma, cuando está organizada puede recibir el apelativo de ocultista. Pero, como señala Pierre Riffard (1983) ,mientras que un ocultista puede manifestarse esotérico, un esoterista se considera incompatible con el ocultismo, debido a que éste último se centra en la cuestión psicológica, vital, personal, y el esoterismo trata acerca de aquello más espiritual y universal. Básicamente, se enfrentan el estudio contra la iniciación pura, pese a que, en la mentalidad común, son conceptos prácticamente intercambiables. Mas no debe olvidarse que, hasta cierto punto, ha sido el ocultismo el que realmente ha devuelto su valor al esoterismo, y por tanto, su lugar entre las creencias. No obstante, también ha provocado un totum revolutum de prácticas de todo tipo y procedencia que, a la hora de la verdad, dificultan el análisis final de las ciencias y las artes ocultas.
El estudio actual de la magia queda abierto al público a través de las enseñanzas esotéricas directas o del estudio más reflexivo, pero en ambos casos encontramos la misma desventaja: la antigüedad. Todo movimiento espiritual busca, por norma, ahondar hasta cierto punto en las raíces de lo humano, retrotrayéndose temporalmente hacia estudios y prácticas de los antiguos. Con ello, la evolución mágica actual sólo recibe atención por su renombre histórico, o llámesele si se quiere, moda. Mircea Eliade (1976) hacía referencia al renacer esotérico u ocultista como una contracultura primero, como una moda después, y finalmente, como movimientos de renovación enmarcados en la pertenencia a un clan, tribu, orden. Como ya se ha dicho, hay rechazo por parte de las organizaciones esotéricas-ocultistas a la exposición abierta de sus conocimientos, como la astrología u otras mancias, la magia ceremonial o ritual personalizada, mientras que ellas mismas se mueven a un nivel pararreligioso tradicional. Tanto uno como otro beben de la tradición más antigua que alcancen, transformándola a gusto para sus fines, descuidando el valor original y provocando que sus prácticas no se hayan considerado merecedoras de estudio serio hasta ahora.
Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com
Bibliografía:
- Daxelmüller, C. Historia social de la magia. Herder, 2009
- Flores Arroyuelo, F. Diccionario de supersticiones y creencias populares, Alianza Editorial, Madrid, 2000
- Larner, C. Witchcraft and Religion: The politics of popular Belief, B. Blackwell, Oxford, 1984
- Stewart P. J.; Strathern, A. Brujería, hechicería, rumores y habladurías, Akal, Madrid, 2008
- Thomas, K. Religion and the Decline of Magic, Penguin Books, Londres, 1973
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