La magia en la Hispania y Lusitania prerromanas (I) Magia natural y adivinación.

17.08.2024

El mayor problema a la hora de estudiar la magia prerromana, ya sea en la Península Ibérica o en otros lugares del vasto Imperio Romano, es precisamente que la asimilación y mezcolanza de la cultura y religión romanas con las costumbres y divinidades autóctonas hacen en ocasiones muy difícil distinguir si existían ritos paralelos, o se trata realmente de ritos romanos realizados a la manera indígena. Por suerte, en el caso concreto de Hispania tenemos no sólo grandes estudios como los de J.M. Blázquez, M. Simón o E. Luján, sino que la variedad de pueblos preexistentes y de entornos geográficos ha permitido la conservación arqueológica de vestigios y testimonios que ayudan a concretar estas diferencias. Recordemos que por magia entenderemos todo aquel acto que busca "alterar el entorno o una situación mediante un acto", mientras que la religión es una petición y culto a la divinidad.

Un segundo problema añadido es la "generalización" a la que nos vemos sometidos al hablar de los pueblos celtas y de los pueblos íberos, cuando en realidad éstos se dividían en muchas poblaciones distintas; empero, como la información de unas y otras resulta escasa, también nosotros nos veremos obligados a generalizar, aunque intentando destacar los aspectos mágicos más relevantes hallados en cada zona. Del noroeste peninsular conservamos más información porque a pesar de la romanización, la influencia de su civilización y cultura fue relativamente menor. Sin embargo, de toda la zona mediterránea y del sur tenemos una gran mixtura de culturas que hace difícil a veces saber qué magia es indígena y cuál es simplemente "mediterránea".

De los pueblos peninsulares prerromanos podemos deducir por las fuentes que existía algún tipo de magia vinculante, tanto a personas como a las armas, las cuales no deponían. Los testimonios que tenemos de César nos indican que entre los celtas estos vínculos tenían un carácter mágico, en tanto en cuanto romper el vínculo conllevaba una consecuencia. Por ejemplo, los solduri o soldados vinculados a su líder, creían que sus muertes podían salvar la vida del jefe y por lo tanto la de su pueblo. De este modo estaban dispuestos al sacrificio personal e incluso al suicido a cambio de la salvación de otra persona. Y al revés, si el líder o jefe moría, todos estaban dispuestos a suicidarse, pues se encontraban unidos simbólica y mágicamente (Caes. BG III, 22).

Esto se conoce como la devotio ibérica, en la cual, en lugar de orar a una divinidad por protección, se ofrecía un intercambio a las divinidades de ultratumba, una vida por otra.

Por otra parte, a estas devotiones se une la creencia extendida sobre todo en el noroeste peninsular de que el contacto con el enemigo impurificaba a la comunidad. Esto se puede deducir no sólo de los suicidios colectivos, sino incluso de la negativa reiterada a la entrega de las armas como símbolo de rendición: rendirse se contempla, pero no separarse de sus armas, y esto es algo que incluso el propio Escipión tuvo que aceptar (Livio 28, 34) en pos de una rendición tranquila. Que las armas y la cultura guerrera de Hispania tenían connotaciones mágicas lo sabemos no solamente por este tipo de eventos, sino que se han encontrado exvotos y armas que tienen incrustaciones de placas de hierro con plata, de oro o amuletos, un indicativo de la importancia de las mismas. Es probable que en vida, estas mismas incrustaciones fueran amuletos con fines apotropaicos o de victoria para los guerreros. También se han hallado un notable número de hachas diminutas, posiblemente amuletos o exvotos, ya que debido a su tamaño difícilmente tendrían uso.

Las Tabellae defixionum romanas ya se vieron ampliamente en su propio artículo. Igualmente en los artículos sobre maldiciones celtas pudimos ver que las tablillas de maldición no escritas en latín eran muy, muy escasas, y que en su práctica totalidad son calcos, aportando valor exclusivamente a nivel lingüístico, pero no tanto a nivel etnocultural. En Hispania ocurre lo mismo, con la pequeña excepción de que algunas de estas tablillas o escritos son más bien esas devotiones infernales de magia vinculante que mencionamos anteriormente. Las tablas de plomo, cobre o de pizarra halladas en territorio hispano contienen generalmente conjuros de venganza.

Otro tipo de magia sería la magia natural, o al menos, en su aspecto más cercano a ésta. Se trataría, sin más, del culto a los montes. cuevas, árboles, piedras y plantas, así como animales.

La existencia del culto solar y lunar queda patente a través de los grabados e ilustraciones encontrados en amuletos, vasos funerarios y otros objetos cotidianos como mangos de cuchillos, jambas o vajillas. Por una parte tenemos círculos radiados y ruedas solares, alguna esvástica importada del arte oriental… y por otro, crecientes lunares, probablemente en relación con la fertilidad y las cosechas, así como con ciertos eventos astronómicos y astrológicos. Junto a estos símbolos podemos ver representados a los animales que se les vinculaban: toros y ciervos con el sol, vacas con la luna, y los caballos, aparentemente también con el sol y con el mundo de ultratumba, o mejor dicho, como representaciones de las almas de los guerreros. También vemos influencia fenicia y egipcia en los amuletos encontrados en toda la zona de la actual Andalucía: halcones y escarabeos como símbolos solares.

La luna por su parte tenía una serie de cultos más discretos, generalmente asociados a divinidades. Ptolomeo (II, 5, 3) dejó escrito que entre los galaicos se veneraba a la luna, y tenemos testimonios que hablan de la continuidad de ritos de la zona norte en los que, en las noches de luna llena, se realizaban sacrificios en las puertas de las casas <<a un dios sin nombre>> y se danzaba hasta el amanecer (Estrabón, III, 4, 16). En lo más mágico, tenemos la anécdota que nos cuenta Apiano (Ib. 82. 357) en Pallantia (Palencia), donde Emilio Lépido se salvó de un ataque de los vacceos porque hubo un eclipse, lo cual interpretaron como una prohibición divina.

Relacionados con el aspecto lunar tenemos también los símbolos fálicos unidos a crecientes lunares, rythones de forma fálica, etc. pero éstos, encontrados en gran cantidad en zonas como Ampurias, parecen una clara influencia etrusca y griega, o son directamente de época romana, por lo que, aunque no se descarta la existencia del falo como elemento mágico, parece algo totalmente asimilado a la cultura impuesta.

El culto al toro tenía un carácter de fertilidad y potencia masculinas, estaba asociado al llamado Marte indígena, el dios Neto. Fuera de su culto religioso, la representación de cabezas de toro en objetos de adorno como fíbulas o broches, así como corazas (véase la llamada Coraza de los Pirineos), haría referencia a un uso talismánico, ya sea para la fertilidad o la protección. Por otra parte, la presencia de este animal en ritos concretamente buscando la fecundidad de la tierra y las mujeres es un acto más mágico que religioso: la presencia de su sangre en las nupcias, por ejemplo, sería un indicativo de su potencia sexual para promover los embarazos. A este respecto es muy interesante la comparativa realizada con las primitivas corridas de toros en los corrales de los pueblos con este fin.

El culto al caballo tenía connotaciones parecidas, pero simplemente como elemento divino, no de fertilidad, el cual estaba reservado al toro, tal y como ha podido verse. El caballo estaba más relacionado con los dioses y con la guerra, así como con el mundo de ultratumba, ya que, como símbolo solar, "moría y resucitaba". Parece que el caballo estaba también vinculado al "carro solar" indoeuropeo, aunque en la zona sur se han encontrado barcas solares de tipo oriental. Por otra parte, beber la sangre de los caballos sacrificados parecía algo frecuente en ciertos ritos de los Concanos (en Cantabria), con fines mágicos de absorción de la energía solar que representaba.

En cuanto al ciervo, sobre todo en territorio lusitano gozaba de un espléndido culto, tanto por su abundancia como por su simbolismo divino. Se conservan numerosas figurillas de ciervo y se sabe que el animal tenía además un carácter oracular. De esto se aprovechó Sertorio, cuando en Hispania le fue regalada una cervatilla blanca que enseguida le cogió cariño y le acompañaba a todas partes. Viendo la veneración de los lusitanos, y la admiración de sus propios soldados, que la consideraban un regalo de Diana, empezó a difundir que la cervatilla le transmitía mensajes divinos de diversas formas. Ello concordaba con la diosa lusitana e hispana patrona de los ciervos, y pudo moverse por dichos territorios con relativa facilidad. (Plutarco, Vidas paralelas VI)

En relación con todos estos animales tenían lugar festivales comúnmente llamados "Mascaradas rituales celtíberas". Estos festivales se extendían por zonas muy variadas de la península ibérica, y consistían básicamente en ritos puntuales de fertilidad, donde mayoritariamente los hombres se colocaban máscaras de cabeza de animal, o cornamentas y cuernos en los brazos, a veces paseaban haciendo alardes de fuerza, otras veces se marchaban a los prados y los bosques, según textos tardíos cristianos, a realizar actos de índole sexual.

Por supuesto, se han encontrado petroglifos galaicos con fines de magia de caza, pero esto, más allá de implicar cierto valor de una cueva o santuario natural en la Edad de Bronce, no nos permite conocer si continuaba su sacralidad ni funciones en épocas posteriores.

Existían también creencias sobre manantiales con propiedades salutíferas y mágicas, sobre todo en la zona sur, algunos vinculados a divinidades fenicias (como al dios Eshmun, en varios santuarios de Murcia) así como proféticas, en especial aquellos manantiales intermitentes, cuyas aguas brotaban en festividades concretas debido al deshielo. Encontramos también leyendas como las del río Limia, en Galicia, del cual se decía que quien lo cruzara perdería la memoria.


Adivinación

Siguiendo con el tema de los manantiales, un caso concreto serían las Fontes Tamarici, que se situarían cerca del río Carrión, en Palencia, de las que Plinio dice que si se encontraban llenas de agua, eran buen augurio, mientras que de hallarse secas, profetizaban la muerte ( Naturalis Historia XXXI).

Por su parte, Suetonio (Galb 8,3) nos cuenta un tipo de adivinación concreta de los pueblos prerromanos de Hispania, donde dice que se arrojaban hachas al agua - se entiende que algún lugar sagrado y no aguas cualesquiera - , con el fin de interpretar las ondas que se producían.

Actualmente ni se niega ni se confirma la existencia del druidismo en la Península Ibérica, pero sí está claro que había figuras sacerdotales y otras que realizaban ritos mágicos, destacando entre éstos los de adivinación. En la Península el arte adivinatorio no parecía restringido solamente a hombres, sino también había mujeres adivinas, como la fatidica puella, una joven hispana que, según Suetonio (Galba 9,2) habría predicho el levantamiento de Galba contra Nerón doscientos años antes, y cuyas palabras habrían estado grabadas en las paredes del Templo de Júpiter en Clunia.

En el norte, sobre todo entre los galaicos, y en las zonas del nordeste de la Península, por influencia etrusca, los sistemas de adivinación básicos eran la observación del vuelo de las aves, la observación de los rayos, y el examen de las entrañas de las víctimas de sacrificio, en especial del hígado. Esto no debió de sorprender mucho a los romanos, no tanto como otros métodos de adivinación, como narra Silio Itálico (III, 345-354), como era la observación del fuego y las llamas del hogar.

En toda Hispania y Lusitania debieron de ser frecuentes los sacrificios humanos, a juzgar por los restos arqueológicos. Gracias a Estrabón (III, 3,6) sabemos que algunos de estos sacrificios tenían la función de sellar pactos con la divinidad, y que también se adivinaba mediante el análisis de la forma de caer del sacrificado - algo que parece común en el mundo celta - y mediante en análisis de sus entrañas y de las formas de sus venas. Esta persona es llamada hieróskopos (observador sagrado en griego) por el autor latino, de lo cual deducimos que era un cargo concreto y no el mismo oficiante que para otros menesteres religiosos.

Pietro V. Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:

-Blázquez, J.M. Diccionario de las religiones prerromanas. Ediciones Istmo, 1975.

-Salinas de Frías, Manuel. "La religión de los celtíberos (I)." (1984).

-Moneo, T. Religio iberica: santuarios, ritos y divinidades (siglos VII-I A.C.). Real Academia de la Historia, 2003


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