Los juicios de Salem de 1692

29.10.2021

En 1692, en la colonia británica de Salem, estalló una histeria colectiva entorno a la brujería. Se ha hablado mucho de las posibles causas de la misma, barajando fanatismo religioso, rencillas entre habitantes, alucinaciones producidas por hongos. A la vista de estas tres posibles hipótesis y los numerosos estudios posteriores, puede que todo se entremezclara en un cóctel explosivo. Sin embargo, no debe olvidarse que los juicios por brujería no eran ninguna novedad ni en América, sobre todo en las comunidades de Puritanos, ni en Europa, de donde procedían los colonos.

Dentro de las entonces llamadas trece colonias americanas, hubo registrados previamente episodios aislados de acusaciones y castigos de brujería. Los primeros casos registrados se dan en Conneticut. El primero de ellos es el de Alse Young, en Conneticut, a quien se ahorcó acusada de brujería; aunque no hay registros de los cargos de los que se le acusó, algunos estudiosos apuntan a que se la quisiera quitar de en medio como posible heredera de los terrenos de su marido. La criada Mary Johnson, en 1650, fue ejecutada tras haber sido torturada e interrogada, y habiendo confesado después, como era de esperar, que en efecto había mantenido relaciones con el demonio. Katherine Harrison, en 1668, tuvo algo más de suerte, ya que habiendo sido acusada de magia negra y adivinación, los distintos jurados no se pusieron de acuerdo en lo fantasioso o real de las acusaciones, y finalmente se optó por expulsarla, junto con su familia, de la colonia en la que se encontraba. También los cargos a Elizabeth Seager, a la que se acusaba de punzar y hechizar a sus vecinas, acabaron cayendo por su propio peso ante la falta de pruebas. Pero en general, todo acusado acababa siendo ahorcado, como era costumbre en Inglaterra - al contrario que en Europa Continental, donde se las quemaba-: fue el caso de Joan y John Johnson, Nataniel and Rebecca Greensmith, Mary Sandford y Mary Barnes.

También en Salem empezó todo con una acusación, la de la hija del reverendo Samuel Parris, Elizabeth Parris, y su prima Abigail WIlliams, quienes contaban en ese momento con 9 y 11 años respectivamente. De la noche a la mañana, comenzaron a sufrir ataques y espasmos, gritaban y se contorsionaban, y los ataques, igual que venían, se iban. Los médicos no supieron detectar el origen de aquellas súbitas reacciones, y se achacaron a posesión y brujería.Estudios posteriores en el S.XX consideraron que los síntomas indicados coincidían con los que provoca un hongo frecuente en los campos de cereales, el llamado hongo cornezuelo, por cuya intoxicación, tal vez, se extendieran las alucinaciones y los ataques espasmódicos. Sin embargo, resulta difícil concretar que dicho hongo proliferara concretamente allí en aquél tiempo, y por supuesto, en aquél momento ni siquiera se plantearon ninguna posibilidad parecida para unos eventos tan traumáticos.

La brujería era mucho más fácil de explicar, en especial en un entorno puritano, extremadamente religioso, y con duros eventos en el pasado reciente, como la epidemia de viruela o la guerra con los franceses, la subida de impuestos, los ataques piratas, así como la tensión existente entre distintas poblaciones dentro de Massachussets, rodeada aún de tribus nativas, y donde algunos habitantes gozaban de mejores servicios que otros (caminos, escuelas, iglesias...),lo que de por sí provocaba un continuo estado de incertidumbre y enfrentamiento pasivo. Si una zona prosperaba más que otra, sería que Dios bendecía a esos habitantes por su buena conducta, y algo estarían haciendo mal los demás... Y por supuesto, "nada" tenía que ver, o se ignoraba voluntariamente, la disposición geográfica, las ricas herencias o la política. Para más inri, el reverendo Cotton Mathers se dedicaba a dar sermones jeremiados, es decir, basados en el Libro de Jeremías, en el cual se incita a desconfiar del prójimo y sospechar de los actos de los demás. Robinson (1991) confirma lo que ya dijeron Boyer y Nissembaum (1974), y lo que resulta la hipótesis más predecible: las acusaciones se dieron entre vecinos con disputas abiertas por tierras o márgenes de propiedades, testamentos, asentamientos y patrimonios familiares. Otra cosa es que a ello se sumaran las creencias religiosas exacerbadas y el miedo. En cualquier caso, el veredicto "médico" sobre la brujería diagnosticada a las niñas sólo daba pie a una posibilidad: alguien en el pueblo era una bruja entregada al demonio, puesto que se creía que la brujería requería un "contacto", ya fuera físico o visual, etc. Además, otras chicas comenzaron a mostrar síntomas parecidos, lo que los estudiosos buscan explicar a través de la intoxicación o la histeria colectiva, la crisis psicológica imitativa. Empezó a hablarse de visiones de mujeres desnudas en el bosque, de demonios, de orgías en la noche. Algunos historiadores apuntan a que, tal vez, la estricta educación religiosa llevara a jóvenes y adolescentes a ocultar en el bosque sus actos de índole sexual, y que por miedo a ser descubiertos, el bosque se convirtiera ficticiamente en el hogar de entes sobrenaturales.

En cualquier caso, cuando las chicas fueron interrogadas, las acusaciones acabaron cayendo sobre la persona más cercana a las primeras afectadas, Tituba, la criada, de origen caribeño, del reverendo Parris. Los orígenes raciales nativos de Tituba le valieron una acusación basada en los conocimientos "impíos" de los rituales de su gente, rituales que supuestamente las niñas podrían haber presenciado, ya que algunas acusaciones decían haberla visto realizando rituales vudú con un caldero y las niñas desnudas. La lógica de hechizar a las niñas de la familia para la que trabajaba era un poco pobre, pero no así los posibles castigos por ello, incluyendo la muerte, de la cual podía salvarse si confesaba y revelaba, además, a otros miembros del aquelarre. Tituba, en un alarde de inteligencia e incluso de coherencia social dentro del puritanismo, acusó de haber participado en el supuesto aquelarre a dos mujeres de la zona, ambas de vida marginal: Sarah Good y Sarah Osborn, las cuales en un tiempo serían ahorcadas por continuar negando su supuesto crimen. Tituba dijo que eran muchos los que participaban en el aquelarre, y que el diablo, que tomaba el aspecto de un hombre alto o de animales de pelaje negro, les había hecho firmar en su libro de pactos. Margaret Wood, otra mujer marginal, mendiga, enseguida fue relacionada con Good y Osborn, ya que quienes no le ayudaban con dinero o comida decían sufrir, a posteriori, problemas con sus ganados y cosechas. Los juicios, a día de hoy, habrían resultado sumamente ridículos. Las niñas afectadas estuvieron en la sala, y cada vez que aparecían las acusadas o trataban de decir algo, las chicas caían en sus trances espasmódicos y sus gritos. Si bien en la actualidad se habría sacado de la sala a las niñas, en Salem aquello se tomaba como una evidente influencia por cercanía de las brujas y el diablo. Los jueces de este proceso, Jonathan Corwin y Jonathan Hawthorne, daban la posibilidad de evitar los castigos mediante la confesión de cómplices, a lo que, como había hecho Tituba, otros tantos se acogieron. Ann Putnam, una amiga de las chicas afectadas, que también sufrió, según sus propios testimonios, la brujería y los ataques del demonio, se lleva el premio al mayor número de acusaciones: un total de 62. También es, sin embargo, la única persona que se disculpó públicamente por ello, habiendo sido "engañada por Satanás" para provocar aquel desastre.

La primera ejecutada fue Bridget Bishop, mujer que se había casado tres veces, y cuyo segundo marido ya había acusado de brujería. Puesto que venía de una ciudad cercana, valiéndose de una fama de "mala mujer" y bruja, durante su juicio se mostró bastante templada, por lo que las chicas "embrujadas" comenzaron a gritar y retorcerse cada vez que hablaba. Una de las mujeres acusadas precisamente por estas niñas, pero que había confesado ser bruja y arrepentirse, llamada Abigail Hobbs, junto con su familia, indicaron que era Bishop, la advenediza, una de las mujeres que no habían sido capaces de describir en sus visiones. De esta manera los jueces confirmaron la culpa de Bishop, ahorcándola el 10 de junio de 1962.

Wilmot Reed, Susanna Martin, Ann Pudeator, John Alden y Rebecca Nurse son otros tres acusados en una rencilla de distintas acusaciones sobre sus actos (Pudeator era matrona) o sus posesiones (a Alden se le acusaba de haber dado al diablo el libro en el que firmar). El caso de Nurse en curioso, ya que primero fue declarada inocente, pero cuando se supo que el juez y ella tenían amistad de antes, se levantó tal revuelo que el juez tuvo que retractarse y condenarla y ejecutarla en el mismo día. Su hermana, Mary Eastey, fue también acusada en dos ocasiones. Aunque finalmente acabó siendo ahorcada, fue de las primeras en pedir a los jueces que no se dejasen llevar ni tuvieran en cuenta la llamada "evidencia espectral", que no se diera por válida una visión sin cuestionar nada más.

Martha Corey y su marido Giles Corey fueron condenados, como tantos otros, por simples acusaciones sin fundamento. Muchos se asombraron de las acusaciones a Martha, pues era conocida por su gran devoción y piedad cristianas, pero todo parece tener origen en una declaración que hizo respecto de los juicios por brujería: que las niñas mentían. Casualmente fue la siguiente acusada, y en el juicio las chicas decían ver junto a ella al demonio, o un pájaro amarillo que le chupaba el dedo - una de las visiones frecuentes que además había enumerado la propia Tituba. Sin posibilidad de defenderse, sólo su marido y sus hijos clamaron su inocencia. Mientras ella esperaba en prisión a ser ahorcada, su marido Giles también fue acusado de brujo, y como no quiso atender lo que a sus ojos eran unos juicios estúpidos, lo condenaron a morir bajo una pila de pesadas rocas. En un alarde de valentía por conservar el patrimonio de sus hijos y el honor de su mujer, continuó negando la brujería y pidió que le pusieran más peso. Murió tres escasos días antes que su esposa, en septiembre.

Otros ejecutados famosos por sus desastrosos juicios fueron el reverendo George Burroughs, acusado precisamente por Hobbs y Putnam, quien dijo que se le aparecía en sueños como líder del aquelarre. El reverendo había enviudado dos veces, había sobrevivido milagrosamente a un ataque de los nativos y se había alejado un poco de la práctica religiosa ortodoxa, todo lo cual le valió múltiples rumores sobre la muerte de sus esposas adineradas o tal vez, en las mentes histéricas, sacrificadas, así como protección del diablo. A pesar de ser capaz de recitar oraciones completas - no poder hacerlo se consideraba una señal de posesión o pacto demoníaco- fue ahorcado bajo el pretexto de que el demonio previamente había sido un ángel y podía conocer las oraciones, convirtiéndose en una prueba inválida. Con esta acusación, los sospechosos empezaron a moverse por todas las clases sociales. Samuel Wardell, casado con una joven y adinerada viuda, era objeto de muchas envidias por su recién adquirida clase social, y como además ejercía de adivino en fiestas y reuniones, su culpabilidad parecía evidenciada.

Mary Parker adujo que existían otras muchas mujeres con su nombre, y que se habían equivocado de persona. Su caso es clara muestra del revuelo que existía en aquel momento y cómo los juicios ya eran no sólo irregulares, sino increíblemente rápidos y alocados. Se testificó contra Mary Parker con acusaciones de rumores de múltiples mujeres Parker (locura, fornicación, hijos fuera del matrimonio, rumores de brujería anteriores...). Algo parecido ocurrió con Sarah Bishop, confundida con Bridget Bishop, o viceversa; como fuere, Sarah y su marido Edward se salvaron, consiguiendo escapar de la prisión.

Cuando ya habían sido acusadas 150 personas, y 20 de ellas habían sido ejecutadas, la fiebre y la paranoia de brujería fue perdiendo ritmo, y en octubre de ese año, el gobernador Phipps, quien en su día había instituido la corte de Salem y se había marchado a Maine, cuando regresó y vio el desastre que se estaba produciendo, detuvo los juicios, y dejó en libertad a todos los acusados a partir de enero de 1693. Cinco acusados habían muerto por insalubridad en la prisión, y aún en ausencia del gobernado todavía hubo juicios aislados y alguna ejecución. Por suerte, aquí terminó todo.

La mancha de los juicios ilógicos persiguió durante mucho tiempo a la comunidad puritana, y en numerosas ocasiones se han pedido disculpas y realizado homenajes a las víctimas. En la actualidad, existe un memorial en el cementerio de Salem, con las frases dichas por los acusados, así como veinte bancos de piedra grabada con los nombres de cada una de las víctimas a lo largo del muro del cementerio. En Essex Street se encuentra la casa de uno de los jueces, la única que se mantiene en pie, aunque numerosas veces reformada, se ha establecido un pequeño museo de la historia de Salem. En esa misma calle han proliferado negocios esotéricos, de los cuales Crow Haven Corner presume de ser la más antigua, y otros relacionados con la brujería, como un museo de cera o un pasaje del terror. La escultura de una bruja con una luna y una escoba difiere mucho de la imagen que se tenía de las brujas, y sin embargo, es la más representativa y fotografiada de la ciudad, en contraposición con la que se encuentra, por supuesto, junto al Museo de las Brujas de Salem, en Washington Square, museo que alberga recreaciones de escenarios y documentos históricos, y otras secciones dedicadas a la forma que tomarían los supuestos rituales satánicos.

Y hablando de satanismo, el Templo Satánico (TST) no pudo situarse en mejor lugar que en Salem, en el 64 de Bridge Street. Además de un pequeño museo y exposiciones, el Templo colabora en performances y campañas contra la homofobia, contra el abuso de menores y mujeres, contra la pseudociencia... Probablemente la mayor noticia reciente fuera conseguir la instauración pública, no sin críticas y reyertas, de una estatua de Baphomet. Sin embargo, frente a todas las historias de brujería de las que se nutre la ciudad, los propios satanistas insisten en que la mayoría son ateos y sólo toman la imagen de Satán como un icono de la libertad.

Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:
Hill, F. A Delusion of Satan: The Full Story of the Salem Witch Trials, Tantor eBooks, 2014.
Nardo, D., Dellacio, T. The Salem Witch Trials: A Crisis in Puritan New England, Greenhaven Publishing, 2016
Stewart P. J.; Strathern, A. Brujería, hechicería, rumores y habladurías, Akal, Madrid, 2008
VV.AA. El juicio de las brujas de Salem: El diablo coloniza América. 50Minutos.es


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